miércoles, 19 de noviembre de 2014

El que no tiene padrino, no se bautiza




Esta frase también se puede decir en sentido positivo: el que tiene padrino, se bautiza. 

 Inicialmente puede haberse utilizado esta frase en su sentido directo. Luego ya se pasó a poner la palabra padrino entre comillas, queriendo significar la necesidad de un amigo que nos recomiende para obtener un bien.

Sea lo que sea, este titular se me ocurrió en la clase de formación permanente que daba D. Benito Méndez cuyo título era: el proyecto del Papa Francisco para la Iglesia. 

 Al final salió el tema de las parroquias y de los párrocos. Como allí estábamos casi exclusivamente párrocos, en el diálogo salió un tema secundario pero vivo,  como se demostró en la discusión que surgió. Se trataba de los padrinos de bautismo.

Se vio la diferencia de criterios,  aunque,  en todos, con un fondo de ayuda a la formación cristiana del niño que se va a bautizar o de tratamiento pastoral a los padres que aun siendo indiferentes se acecan con ese motivo a la Iglesia.

A mi se me presentaron situaciones a veces peregrinas, aunque, lo normal,  gracias a Dios, es que los padres buscan un buen padrino para sus hijos en general dentro de sus parientes o amigos.  A veces, también,  sin  muchos miramientos y bastante en relación con la experiencia cristiana de los mismos padres.

Las situaciones especiales en que me vi implicado fueron estas: padres que querían 4 padrinos. Se me presentó en dos ocasiones. En otra ocasión los padres no querían ningún  padrino, pues decían que, para educar al niño, nadie lo hacía mejor que ellos mismos.
 También se me dio el caso de unos padres que, dos años después de bautizar,  se me acercaron para que fuera rechazada  la madrina como tal,  pues se había pasado a una secta y querían que constase que ella no educaría a su hijo, en caso de que ellos no pudieran.

El código de Derecho canónico habla del tema (c. 872-874) y pone unas condiciones que deben reunir los padrinos. En nuestra diócesis se recalcan esas condiciones y especialmente el hecho de estar confirmados. Pero, en todo esto,  la casuística es muy variada.

Pienso que si los padres captan  bien la grandeza del bautismo como el inicio de un camino o de un proceso  hacia la Santidad y  hacia el Cielo, pensarán correctamente. Este camino no es una autopista, ni siquiera una carretera  más o menos buena. Es un camino con cañadas oscuras, serpientes  venenosas que acechan y trozos empinados y difíciles. Aunque también hay fuentes tranquilas y mesas preparadas para comer (ps.22). Pero el Señor va con cada uno, con vara y cayado. Vara para los enemigos y cayado para dirigir a las ovejas.  No vamos solos,  va también  la comunidad que nos ayuda a caminar. Nos ayudamos unos a otros.

 También si  los padres consideran   que cristianar al niño es hacerle hijo de Dios y miembro de la comunidad cristiana (La Iglesia), ellos mismos tendrán cuidado de buscar un padrino que colabore en esos objetivos maravillosos.

El camino de la santidad, como decía,  no se recorre  solo sino que  tenemos y sentimos la gran ayuda de la Iglesia, la pequeña iglesia que es la familia y luego la gran Iglesia que nos supera a todos y nos da a Jesucristo.

El problema se presenta cuando los padres son cristianos pero con vida pagana, entonces no tienen el interés debido por lo que es importante y en cambio valoran otras circunstancias totalmente secundarias. ¿qué hacer?

Y una cuestión  que expongo a los lectores: ¿Qué decir de las abuelas que  bautizan secretamente  a sus nietos porque sus hijos no lo desean y ellas, de alguna forma, quieren  suplir?.



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