sábado, 3 de febrero de 2018

Procesión al cementerio





Por mi trabajo,  voy con frecuencia a funerales. Al terminar la Misa se organiza, al menos en Galicia y en ciudades pequeñas, una procesión al cementerio. Van delante los coches fúnebres, detrás el sacerdote, familiares y una larga cola de allegados y asistentes. Al menos el difunto  no es llevado  solo al último  lugar de espera en la Resurrección.



Generalmente no rezan, al  menos, yo no los oigo rezar. Rezo el rosario por el difunto mientras caminamos, pero no contestan salvo en algunas excepciones.

Esa procesión es un símbolo del  la Iglesia peregrina. Una Iglesia peregrina que va al encuentro con Dios por la puerta de la muerte. Incluso es toda la humanidad porque como dice el Rey David, Este viaje los hacemos todos. Estamos ya en él.



Estos hechos me hicieron pensar de cómo debemos ir al encuentro con Dios. ¿Qué es lo que le gusta a Dios?, ¿qué le gustará al difunto?

Me imagino que Dios querrá que hablemos con él, que  le escuchemos y para eso lo mejor es la oración. Y el difunto  yo lo veo  como tirando piedrecitas a los asistentes distraídos para pedir que recen por él. Es sabido que en el purgatorio, las almas sufren y que nosotros podemos ayudarlas con nuestras oraciones y sacrificios.

Hay que prepararse para presentarse ante Dios. No podemos ir de cualquier manera. En una ocasión llegó a mi despacho un  “sin techo”. Era una mañana fría y había dormido en la calle. Entró envuelto en una manta y gritando, me muero, me muero. Lo hice sentar y le pregunté en que calle había pasado la noche y si había dormido algo. Cuando   se tranquilizó un poco, le dije: si te mueres  como dices, tendrás que prepararte para el  encuentro con el Señor. No puedes presentarte de cualquier manera. Creo que al menos debieras confesarte. Lo pensó, me miró y se confesó.

Pues la Iglesia peregrina ha de prepararse para este magnífico encuentro,  por tanto hay que convertirse todos los días y eso viene con la oración. También cuando acompañamos al que ha  terminando la peregrinación hay que rezar por él. Incluso debiéramos cantar , pues  haber llegado a la meta y entrar en la Casa del Padre es motivo de grande alegría. Nos cantarán el Hosanna, en esa entrada.

Conocí  a un  pobre muy original que se llamaba Ramón y decía  con fuerza que si a su entierro iba  gente que no rezaba, mejor que no fueran.

Reconozco que la presencia  personal  es interesante y da fuerzas y calor a la familia, pero el difunto merece una oracioncita pidiendo por  él, y,  a la vez,  nuestro camino hacia la Patria ha de ser en oración. Así el símbolo de la peregrinación será perfecto.


No hay comentarios:

Publicar un comentario