sábado, 10 de febrero de 2018

Una llamada telefónica




Yendo por la calle recibí una llamada telefónica. Era un conocido y amigo, joven y  casado. Me dijo claramente: quiero recibir la unción de enfermos. Me recordó  la carta de Santiago que dice que si alguno está  enfermo llame a los presbíteros del  la Iglesia…el amigo llamó directamente.

Iba a operarse, no era algo fácil y quería ir bien dispuesto y preparado. No fuera que los pasos de la peregrinación sobre la tierra,  estuviesen a  punto de finalizar.

De este sacramento sólo esperamos cosas buenas que vale la pena acoger: aumenta la gracia, nos une a la pasión de Cristo, cura en raíz los restos de los pecados ya perdonados y nos da la salud si nos conviene.

El caso es que quedamos que a primera hora del día siguiente nos veríamos en la iglesia. Así fue. 

Vino solo, ya estaba confesado de poco tiempo, recibió la santa unción,con sencillez y con fe. A esto se unió la indulgencia plenaria que concede el papa en estos casos y también le hice la recomendación del alma en que se pide que  salga a su encuentro y lo reciba,  Dios Padre que lo creó, Dios Hijo que lo redimió y Dios Espíritu Santo que lo guió y santificó.

Al día siguiente se operó y a las pocas horas recibí un correo  en que me  decía que todo iba bien y  que ya empezaba a levantarse. Gracias a Dios.

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