miércoles, 16 de mayo de 2018

Una margarita en el asfalto



Ayer tarde pase por un paso de peatones y vi una margarita en una rajadura del asfalto. Estaba florecida y tan campante. De alguna forma estuve hablando con ella.

Me llamó la atención verla allí viva,   por donde pasan descuidados peatones y también coches de todo calibre con bastante frecuencia. Pero allí estaba la flor.

Se lo comenté a un taxista que me llevó a un lugar cercano y me dijo que le parecía una parábola.

Al pasar unas horas,  volví a aquel  lugar con la máquina de fotos para hacerle una buena foto  a esta heroína. Pero la margarita ya no estaba, ni viva ni muerta. Había desaparecido y no sé que habrá pasado,  pues no creo que nadie se enamorase de ella. En el campo cercano  hay miles,  a cual más hermosa y reluciente.

Pero, ¿y la parábola del taxista?

Pues creo que la parábola  es que el Espíritu Santo puede hacer brotar vida en un desierto de sequedad y aridez. En  medio de ateos, librepensadores,  gente que ha aparcado lejos a Dios,  y los olvidados de Dios y de  los hombres, puede surgir un santo. A veces,  quien menos se piensa.

Es tal la fuerza de la vida, y del Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que puede germinar en esos lugares, también la vida espiritual, la santidad.

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