viernes, 25 de mayo de 2012

Un sacerdote mariano


El día 22 de mayo de 2012, fallecía en La Coruña D. José Benito Daviña  Sainz, sacerdote de esta diócesis. Estuvo en esta parroquia de S. Cayetano como adscrito durante los años de su enfermedad, luego, cuando se puso peor, se fue a La Coruña.

Pude comprobar, en todo el tiempo que estuvo por aquí,  su grandísima devoción a la Virgen. Voy a contar algunos detalles.

Según me contaba un hermano, justo en el tanatorio,  había dicho hace tiempo que le gustaría morir en le mes de mayo por ser mes de María y así ha sucedido. Murió el día de Santa Rita en el mes de mayo.

Solía decir que los que teníamos devoción a la Virgen teníamos muchas ventajas a la hora de la muerte y sobre todo en el momento de entrar en el Cielo pues si S. Pedro ponía dificultades para entrar por la puerta,  venía la Virgen y te hacía entrar por la ventana.

Cuando llegaba a la parroquia venía siempre con el rosario en la mano, pues aprovechaba el recorrido para rezar muchos rosarios. A veces lo enseñaba y, levantándolo,  decía que venía con el arma poderosa.  

En varias ocasiones llegó muy sofocado a la sacristía y yo le preguntaba que le había pasado, y me contó que unos jóvenes,  al pasar él,  blasfemaban y su reacción era decirle a la Virgen que no era por ella  ni por Dios y que les perdonara, pero luego hacía otra reflexión, para reparar y corregir, y decidía enfrentarse con aquellos jóvenes y se decía a si mismo para animarse a corregirlos: muero mártir,  pero defiendo a mi amo.


Comentaba, con gozo y como una providencia de Dios, que   en diversas parroquias en que estuvo sirviendo, le tocó de tener su confesonario delante  de una imagen de la Virgen a la que se encomendaba y a  quien miraba con gran cariño.

En las fiestas de la Virgen, animaba a las amas de casa a que tuvieran preparado un buen postre para ese día y así destacar la fiesta  de María.

La penitencia,  que ponía a veces,  era mandar dos besos a una imagen de la Virgen. Uno por ti y otro por mi, le decía al penitente.

Saludaba a todas las imágenes de la Virgen que veía por delante, las buscaba y jugaba consigo mismo a verlas desde lejos. Y cuando  se veía la luna llena se acordaba de María, Pulchra ut luna, hermosa como la luna, como dice la liturgia refiriéndose a la Ssª Virgen .

Fue con frecuencia a santuarios marianos en los que disfrutaba muchísimo y allí rezaba todas las oraciones marianas que conocía.

Como pueden verse, no son grandes cosas, pero a qué madre no le gustan todos esos detalles de un hijo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario