miércoles, 3 de octubre de 2012

Pasividad



                Hace pocos días vino a la parroquia un niño llamado Edu – para los amigos -,  con su madre. Unos cinco años tenía esta criatura y  estaba con cara de asombro ante todo lo que veía, las luces encendidas, los retablos,  la gente rezando, las velas…todo le producía admiración. Yo pensé por dentro que ojalá fuera yo también así.
                 Luego la madre me pidió que  le explicara al niño porque estaban las velas del lampadario encendidas, supongo que sería una de sus muchas preguntas. Me vinieron a la cabeza varias respuestas: las celebraciones de noche de los primeros cristianos, Cristo luz del mundo… pero me decidí por una más adaptada  a un niño de esa edad, la vela encendida es como una oración  con la que nos dirigimos a Dios por un largo rato. El niño se quedó conforme y después de un tiempo,  se despidieron y  se fueron.
                No cabe duda que en esa edad los niños son muy activos y participativos, a veces nos parece incluso que demasiado. Contrasta con la pasividad y falta de entusiasmo de tantos jóvenes o mayores.
 Y del escándalo de la  pasividad quería reflexionar en voz alta.
                En  el evangelio del domingo (Mc.9, 38 ss) leí lo que dice de los escándalos y las palabras tajantes al respecto. Miré hacia la comunidad presente y pensé en la ausente y me dije, lo que a mi me escandaliza no son sus pecados sino su pasividad, no de todos,  gracias a Dios, pero tantos vienen y nada los asombra y mueve. Desde luego no son como Edu. Les falta amor, no están enamorados.

                Creo que en el fondo es que van a la Iglesia, o a las reuniones,  sólo a recibir pero no a dar, y entonces se decepcionan y aburren. Hace años decíamos cuando íbamos a comulgar: Voy a recibir. Quizá nos quedó esa idea de recibir pero en cambio no pensamos que también hay que dar e interesarnos por todo lo de nuestra madre la Iglesia.

                 Estuve en Lourdes hace días y vi en la procesión de antorchas como los peregrinos cantaban con fuerza, rezaban a coro y en voz alta, sin vergüenza alguna,  y levantaban la vela encendida  bien alto,  cuando  correspondía. Estos estaban dando, no estaban desde luego pasivos, cooperaban a la comunidad con su actitud enamorada. ¿Qué le dirías a  uno que no cantara, o llevara la vela apagada o se quedara allá atrás descolgado?

No hay comentarios:

Publicar un comentario