Me contaron de una mujer, que era princesa rusa, que cuando
llegó a mayor (casi 100 años), se sentía abandonada de todos. Tenida de todo en
casa, pero no podía soportar aquella
situación de soledad y en un momento dado decidió dejarse morir.
Este no es un fenómeno aislado. He encontrado a personas de
todo tipo de cultura, que se cansan de
vivir y, de algún modo, se niegan a comer o a hablar o a abrirlos ojos y …se
dejan morir. En una ocasión un enfermo que siempre había tenido salud me planteaba ¿yo, qué hago?. Yo le llamaba el enfermo filósofo, pues se hacia preguntas fundamentales.
Incluso en la Biblia se habla de Jonás que después de atravesar Nínive, predicando, se siente deprimido y le dice a Dios que le quite de esta vida que no vale la pena vivir, es mejor morir. Le salva a Jonás que habla con Dios, hace oración y al final Dios le convence que vale la pena.
Incluso en la Biblia se habla de Jonás que después de atravesar Nínive, predicando, se siente deprimido y le dice a Dios que le quite de esta vida que no vale la pena vivir, es mejor morir. Le salva a Jonás que habla con Dios, hace oración y al final Dios le convence que vale la pena.
Nos puede pasar. Por eso podremos plantearnos ya ahora qué
hacer cuando las fuerzas nos falten y ya no tengamos preocupaciones ni interés
por nada. O tal vez estemos viendo lo que pasa en otros y hemos de ver cómo ayudarles
nosotros o por medio de otros.
Creo que esos meses o días pueden ser muy útiles para muchos
necesitados espirituales. Esos enfermos parece que no hacen nada, pero están en
la Cruz y desde allí con Cristo pueden redimir almas. La unción de enfermos nos
lo facilita.
Esas personas pueden con el pensamiento acompañar al Señor en los
sagrarios del mundo, pedir por la gente herida por el pecado o por otros
sufrimientos.
Para esto es fundamental la ayuda de la familia, de los amigos
o del sacerdote. Se puede rezar con los enfermos –ellos oyen -, contarles cosas
positivas o pedirles que recen por determinadas personas o actividades. Eso les
hace sentirse útiles y les libra de otras tentaciones.
Cuando hacen oración abren las puertas a Dios y Dios está
con ellos de un modo especial. Cada minuto que tenemos, lo podemos llenar de
amor y de oración y así nos haremos santos adorando a Dios y ayudando al
prójimo.
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