jueves, 29 de mayo de 2014

D. Álvaro del Portillo y la Familia


En septiembre se va a beatificar al sacerdote Álvaro del Portillo que tuvo mucho que ver con la familia.

 Primero tuvo mucho que ver  con su propia familia de la que recibió una intensa formación cristiana y humana y luego ya siendo sacerdote y ocupadísimo en asuntos que le encomendaba la Iglesia y el Opus Dei, por su atención a través de cartas, llamadas telefónicas y a veces con su propia presencia, con lo que  atendía y guiaba a su propia familia, especialmente a los más jóvenes.

"A medida que fue creciendo en edad, aprendió de sus padres a vivir las costumbres cristianas como cuidar las oraciones de la mañana y de la noche, bendecir la mesa, rezar el Rosario y otras invocaciones marianas que Álvaro repitió piadosamente hasta su muerte.
 Por ejemplo, una que dice: «Dulce Madre, no te alejes / tu vista de mí no apartes / ven conmigo a todas partes / y solo nunca me dejes. / Ya que me proteges tanto / como verdadera Madre / haz que me bendiga el Padre, / el Hijo y el Espíritu Santo»"


"Cuando cumplió los 75 años, Mons. del Portillo, en una homilía, evocó el clima cristiano que reinaba en aquel hogar: «Eché una mirada rápida a mi vida, y me vinieron a la memoria y al corazón tantos beneficios del Señor: una familia cristiana, unos padres que me enseñaron a ser piadoso, una madre que me inculcó una devoción especial al Sagrado Corazón y al Espíritu Santo, y una particular veneración a la Santísima Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen, y... ¡tantos otros bienes!»".

Tenía un gran concepto de la importancia de la familia y se dirigió en múltiples ocasiones a los casados que son los que forman el mayor número de personas pertenecientes a la Obra.

Los casados, decía, han de convertir sus casas en un trasunto del hogar de Nazaret, tienen que esmerarse cotidianamente en cuidar mucho, con verdadera ilusión sobrenatural y humana, el ambiente de familia.



Le decía a las amas de casa: “vosotras dedicaos con alegría y sentido sobrenatural al gobierno de la casa. Es ahí en donde encontráis una materia prima de incalculable valor para vuestra santificación.”

También decía que  la labor de los padres en la casa crea – o destruye -  el futuro ambiente de los hogares que formaran vuestros hijos.






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