viernes, 4 de noviembre de 2016

Morir con la túnica blanca



Hoy, primer viernes de mes , fui a ver a una señora que, según  me dijo su hija ,  apenas  podía salir de su  casa, eso que tienen ascensor.

La llamé por teléfono y le ofrecí la comunión y me dijo que si. Tardé un rato y fui a verla. Yo no la conocía de antes. Era una señora mayor que había tenido 8 ó 9 hijos y había militado en el camino neocatecumenal. Incluso había ayudado, como voluntaria,  en un seminario Redentoris Mater.

Tenía  al  alcance de la mano,  un túnica  blanca que la puso una noche de Pascua cuando terminó  ese camino de formación postbautismal, como expresión de una vida nueva en Cristo Jesús. Eso me lo fue contanto durante la conversación.

 La tenía allí porque quería que se lo pusieran al morir. Le traía tantos recuerdos buenos y tanto agradecimiento a las misericordias de Dios.

 Me habló , también  , de la muerte, sin miedo y  con gran esperanza y me dio un bonito ejemplo de confianza en nuestro Padre Dios.

Para mí fue una novedad  gozosa saber esta práctica. Como para agradecerlo también a Dios.

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