martes, 13 de diciembre de 2016

Mons. Javier Echevarria. Algunos recuerdos.




Fallece en la tarde del 12 de diciembre día de la Virgen de Guadalupe. Era el sucesor de dos santos, S. Josemaría  Escrivá y el beato Álvaro del Portillo.

Se le podía seguir a través de las cartas mensuales, cartas de familia, que se encuentran en internet. Estas cartas manifiestan  puntos de actualidad que pueden servir de  lucha personal. Están  generalmente unidos o relacionados con intenciones del Papa.

Yo me encontré personalmente con D. Javier en tres ocasiones. Otros desde luego podrán decir muchas más cosas y tendrán una amplia experiencia de trato.

En una ocasión estando en el Año sacerdotal en Roma, fui con un amigo a la Plaza de San Pedro. Había una celebración que estaba a punto de terminar. Recuerdo que para los que estaban  dentro habían  habilitado  un pasillo vallado  por el centro de la plaza. El público se acercaba a esas vallas para ver pasar a los que salían. Nosotros sabíamos que estaba D. Javier y que seguramente le veríamos pasar,  como así fue. Iba acompañado de otros sacerdotes y al verle le  llamamos. Se acercó a nosotros y le dijimos en pocas palabras  de donde éramos y qué hacíamos en Roma. Rápidamente nos dijo que había que llenar esto, no la plaza de S. Pedro sino los seminarios. Se veía que esa era su preocupación: las vocaciones al sacerdocio. Nos bendijo y siguió su camino.

En otra ocasión, en el año 2010, estaba también en Roma y celebraba mis Bodas de Oro sacerdotales. Pedí hablar con el Padre y me dieron una hora, a las 7 de la tarde más o menos. Éramos unas  15 personas en el aula. Nos habló y luego fue saludando una a una, eran matrimonios que estaban de paso. Cuando llegó a mí,  le dije que estaba celebrando las Bodas de Oro. Se alegró conmigo y me comentó que a lo mejor sentía mis manos vacías, pero Jesús  y María suplían nuestras deficiencias.

Y la tercera vez fue un encuentro fortuito en el Colegio romano. Nos estaba enseñando,  a unos pocos,  la casa,  D. Javier Izco y, en un descansillo,  encontramos al Padre. Pude notar que la fraternidad no sólo la predicaba sino que la vivía intensamente. Se notaba en todo aquel ambiente qwue era de afecto y alegría y  allí se palpaba.

También  tengo el grato recuerdo de una carta. Cuando  falleció mi padre le escribí y se lo contaba diciéndole que aparte de Dios ya no me quedaba en la tierra un padre o una madre, pero que lo tenía a él. A vuelta de correo me contestó con diversas consideraciones y termina con una bendición de tu padre Javier. Las palabras tu padre, estaban subrayadas como dándome respuesta.

Estos son unos sencillos recuerdos que en muchos años me han ayudado y confortado.


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