jueves, 30 de marzo de 2017

Un niño despierto y creativo



Era la última hora de la tarde y allí estaba Enrique, un niño de tres años, despierto y vivaracho. Se acercó con sus padres a recibirnos a la puerta de casa.

Fuimos otro compañero y yo a ver una familia que quería celebrar en fechas próximas el bautismo de su segundo hijo y, siguiendo la costumbre de muchos sacerdotes,  fuimos a su casa para charlar con ellos del bautismo.

Se veía a Enrique como un niño activo y participativo que quería ser tenido en cuenta, dispuesto también a intervenir.

Empezamos a hablar con sus padres de la ceremonia del bautismo y del  particular lenguaje de signos que se da en los diversos momentos. Pero a  Enrique poco le importaban  los signos  y en cambio quería  enseñarnos sus dibujos, y, cuando se le acabaron, trajo una cuerda para jugar, pues   seguramente en casa así lo hacen. Los  padres trataban de frenarlo, pero él seguía a lo suyo y entonces comenzó a sacar juguetes de una  caja de cartón que iba extendiendo por el suelo.

Hubo dos cosas interesantes además de la conversación sobre el bautismo: una que el sacerdote joven que estaba conmigo le dijo a los padres, que iba a pedir a Dios  para  que dentro de 25 años  Enrique fuera sacerdote. Los padres podrán verlo,  si Dios se  empeña.
 Y otra cosa fue que el padre le dijo a Enrique que luego recogerían juntos los juguetes, el orden  hay que enseñarlo y aprenderlo desde niños.

Luego ya nos despedimos en general de todos, pero cuando estábamos para coger el ascensor aparece él de nuevo y se acerca  para  darnos un beso. Se ve que así lo hacía con sus padres y a nosotros nos asimiló a ellos y además  estoy seguro que va a ser un niño que se le ocurren cosas, un niño creativo.

Pero aquí no acaba todo, pues el día del bautizo se puso en primera fila al lado del  hermano que  iba  a  ser bautizado; se hizo el bautismo, hubo las  fotos de rigor  y salieron al atrio de la iglesia. Yo me quedé para cerrar y apagar, y cual no es mi sorpresa que cuando estaba en el pórtico se asoma, me mira y me sonríe. Gracias Enrique.

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