lunes, 3 de diciembre de 2018

Una mujer con sabiduría



Vino a mi parroquia una señora que me conoce hace tiempo y me dijo que su marido había empeorado.  Deseaba que fuera a verlo.

El Buen Pastor
Le dije que esa misma tarde y así,  en caliente,   iría por su casa de la  que me dio la dirección. Está en un lugar un poco enrevesado,  al menos para quien no lo sabe.

Fui a la hora convenida y subí a un primer piso. Allí  estaba el marido en la cocina tomando un café. Se le veía poco animado. 

  Después de  los saludos de rigor me invitó la señora a un café que acepté.

Después de los primeros intercambios de noticias ella me dijo: Háblenos de la misericordia de Dios.

 Es un gran tema a considerar y me pareció una pregunta muy oportuna siempre. Saqué de mi  memoria un par de historias que venían al caso y ella, su esposa, me seguía preguntando y también haciendo sus propios comentarios. El marido escuchaba con atención y creo que seguramente hablé de lo que necesitaba  se  le hablara.

Nos despedimos y noté en el enfermo, satisfacción en su rostro,  que dicen es el espejo del alma. 

En otra ocasión, una feligresa,  se puso a morir. Llamó a sus hijos y les dijo que se encontraba muy mal, pero que llamaran primero al sacerdote y luego al médico. Así lo hicieron a pesar de que la hora  era intespetiva, pero así  les enseñó, con su ejemplo, que primero es Dios y luego lo demás.


 Al final no le pasó nada y sigue asistiendo asiduamente a la Misa,  pero aquella lección quedó en mi memoria y espero que en la memoria de los hijos. Otra mujer con sabiduría.

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