jueves, 14 de mayo de 2020

Mi amigo tiene un bastón



Hay bastones famosos y con historia,  por ejemplo el bastón de Moisés , con el que  abrió el Mar Rojo o hizo brotar de una roca una gran fuente de agua y otras maravillas conocidas por la Biblia.


 Aquí en Santiago son muy  vistos los  bastones de los peregrinos a veces sofisticados y otras son una voluminosa   rama de un árbol,  un poco acicalada y ya está.

También está el bastón de mando de los alcaldes que cogen con tanto gusto y que lo sueltan con pena de dejarlos.

 Hay que recordar también el Báculo de los obispos,  signo de su autoridad sobre  el pueblo de Dios que tienen encomendado.


Los pastores que tienen  bonitos rebaños, los guían con la ayuda del bastón y del perro. Tengo un amigo que al bastón le llama garrote, quizá pensando que puede ser un arma defensiva y ya por último está el bastón del Apóstol Santiago en forma de T,  que tiene  en el famoso Pórtico de la Gloria.

Todo esto  viene a cuento porque tengo un amigo que se  llama a sí mismo un cura semi-rural y que se mueve por la vida con un bastón, un bastón corriente.

Es un bastón con mucha paciencia pues no sólo acompaña a su amo en el lento caminar, sino que soporta grandes presiones cuando quiere levantarse de cualquier asiento.

No protesta, sino que sirve sin esperar nada a cambio.

Tampoco se queja cuando es abandonado en un rincón, en donde espera pacientemente ser recogido. No tiene nombre propio, es simplemente un bastón, pero el amo  le ató una cinta con  su nombre y el código de barras de la seguridad social, por si lo pierde, para que retorne a casa.

Es un compañero fiel, no se niega a trabajar o a quedarse en el paro y al mismo tiempo sirve para muchas cosas, es multiusos. Puede apartar un perro, o apagar una luz o darle al botón del ascensor o acercar un zapato que se ha quedado lejos.

El amo le está gradecido aunque no se lo diga y si es el bastón de mando de un ayuntamiento, incluso  puede recibir un cariñoso beso,  en atención a que representa el mando que tiene ese Sr. Alcalde.

Que bien, si somos para los demás y para Dios, un bastón corriente. Cuanto premio nos espera.

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