sábado, 30 de mayo de 2020

No tengo miedo



Bajaba para mi casa por la rúa de Basquiños y me encontré una vecina con su correspondiente mascarilla, guardando la distancia y con ganas de hablar.

Me paró y no solo me saludó sino que me preguntó que tal me iba. Le contesté en pocas palabras que iba bien y que no tenía motivos para quejarme. A la vez le pregunté a ella como lo había pasado en la cuarentena o confinamiento.

Me dijo que  vivió el confinamiento,  sola,  en su casa y que nunca tuvo miedo. Que fue fantástico. Yo soy muy creyente y los que somos así, no tenemos miedo de nada. Me decía que sus hijos la iban a ver y a tratar de darle ánimos, pero eran ellos los que salían de su casa  animados,  al verla tan tranquila y contenta.

Me recordó a la beata Guadalupe Ortiz, una química, recientemente beatificada,  que siempre estaba contenta porque consideraba y creía profundamente que todo lo que le acaecía era para su bien. Con esta manera de pensar, ya no hay penas que nos opriman.

Mi interlocutora  estaba especialmente eufórica porque su hijo la iba a llevar a un puerto de mar, un lugar tranquilo, en donde podría respirar a sus anchas  y ya estaba saboreándolo.

Me despedí, le deseé un buen día y me convencí que los cristianos, si vivimos la fe, no nos preocupa la muerte ni el sufrimiento.

 Sabemos que después viene, si somos fieles, la felicidad completa que Dios nos tiene preparada, y Dios no falla.

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