viernes, 29 de mayo de 2020

Primero Dios y después los santos



Esta historia, que podría ser la tuya, me la contó un compañero, testigo de los hechos.

En su parroquia se abría la iglesia bastante antes de la hora de la Misa. Si ibas hacia el principio no había nadie en la iglesia. Todo silencio.

Una señora de la parroquia, iba con frecuencia justo al principio y allí pasaba un gran rato en la soledad.

Un día el sacerdote, un poco intrigado, le preguntó que hacía en todo aquel tiempo ella sola. Le contestó que le gustaba aquel silencio y que iba pasando por delante de cada santo y hablaba con él. 

También  delante de las imágenes de la Virgen que, aquí en Galicia, suele haber varias en cada iglesia. Lo mismo,  si había una imagen del Corazón de Jesús no dudaba a pararse a hablar con él, siempre a su manera,  con sus palabras e inquietudes. 

Pero  ante el sagrario,  no le llamaba a rezar. Pasaba por delante de él y no descubría que justo allí no había una imagen, sino la realidad viva y palpitante del Cuerpo de Cristo, que espera compañía, y tiene algo que decirnos.

Cuando se entra en una iglesia, la primera mirada debiera ser para el sagrario, dentro está Jesús presente  en las hostias consagradas en la Misa. Si yo entro en una casa y veo la foto del amo y cerca está el amo, no me paro ante la foto, sino que saludo primeramente al amo, vivo y que espera mi saludo y que me escucha.

Así en la iglesia: primero el Amo (y que Amo!!!) y luego los santiños y las velitas que son como una ofrenda y una prolongación de mi oración.

También pudiera ser  otro el orden. Ver y hablar con los santos a través de sus imágenes siendo eso una preparación para ir al encuentro con Jesús, vivo   en el sagrario.

 Ir con los santos y la Virgen a Jesús, que es el importante y que está, está ahí,  como en las calles de Jerusalén, aunque oculto, como disfrazado, y  vamos con Él al Padre, ayudados del Espíritu Santo.

La presencia de Jesús se destaca por el lugar en donde se coloca el sagrario que generalmente es central y también  nos lo avisa  la lámpara encendida, las flores, y en muchas iglesias el conopeo, que es la tela que cubre el sagrario como si fuera una tienda y nos recuerda que “puso su tienda entre nosotros”  como dice el apóstol Juan(Jo.1).

Otro capítulo es, como ir a su encuentro. Pero esto lo dejo a la imaginación de los lectores.


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