domingo, 9 de marzo de 2014

Los sacerdotes

Un amigo en Castel romano
Quiero recordar, con afecto y oración, a tantos sacerdotes que tuvieron que ver con mi vida. Lo hago en vísperas de la jornada del Seminario como un pequeño homenaje.

 El Espíritu Santo me ayudó en tantas ocasiones a través de los sacerdotes, que no tengo más remedio que dar muchas gracias a Dios y a estos sacerdotes



Un visita a Montecasino
El primer sacerdote que vi por delante en mi infancia se llamaba D. Antonio Ventosa.

 Lo veía en la visita a la escuela en donde nos contaba bonitas  narraciones de la Historia Sagrada o Biblia, que me gustaban tanto. Lo veíamos hablar cordialmente con el maestro y eso nos parecía muy bien. También lo recuerdo en la catequesis en donde nos hacía preguntas que nos dejaban desconcertados.
 Me recuerdo de una: a ver si me sabéis decir como estará vestido Jesucristo en el Cielo.¿?.  Los niños dábamos respuestas locas y muy imaginativas, pero él, al final,  también nos daba otra no menos imaginativa:  yo  no sé muy bien como será pero estará vestido de sacerdote.
Un italiano y dos gallegos
         A este sacerdote lo conocí muchos años, fue el que con paciencia me confesó muchas veces y luego me llevó al seminario. Le estoy muy agradecido por todo y rezo por su eterno descanso.

         Después conocí a otros sacerdotes en el lugar en donde pasaba las vacaciones de verano ( Finisterre). Ya era un  joven seminarista (entré en el seminario a los 11 años) y me llamaban a los funerales a los que asistían todos los sacerdotes de la zona según la costumbre de aquellos años. Me vestían de blanco y allí estaba en medio de ellos como uno más.

 Recuerdo su cariño para conmigo. Había uno que tenía el carisma de la confesión, daba gusto confesarse con él, su bondad recordaba la gran  bondad de Dios y te daba unos consejos formidables y de un sentido común poco común.
         En el Seminario conocí a muchos,  entre directores y profesores. Tenían interés por nuestra formación humana y espiritual, nombraré a D. Severino que era un santo y luego otros  que tanto bien nos hicieron como  D. José, D. Eugenio y profesores como D. Alejandro, D. Cándido, D. Manuel Rey,  D. José Guerra y otros.
D. Víctor y D. Jaime en el Divino Amore
         Ya siendo sacerdote  fui coadjutor en Corcubión   de un párroco mayor llamado D. Francisco que era famoso por su desprendimiento. Daba todo, hasta su ropa. Fue verdaderamente  ejemplar para mí. Después de llevar una semana en la parroquia con él, como no me mandaba hacer  nada,  le pregunté, ¿ yo qué tengo que hacer?. Me dio una respuesta desconcertante: tú, rezar y pasear. Yo entendí que podía organizar lo que quisiera, y así lo hice.

         Luego  vinieron compañeros míos que se preocuparon por mi, que no nombro pero están en mi pensamiento, también conocí a  Kirru un sacerdote vasco del Opus Dei que tocaba muy bien la guitarra y cantaba con pasión y a  un sacerdote santo: san Josemaría que pude verlo y escucharle en Roma en mi época de estudios y lo considero una verdadera providencia de Dios. Allí mismo en Roma recuerdo a los párrocos que tuve, D.Franco y D.Vincenzo que me trataron estupendamente.
En esta basílica estuvo de Párroco D.Vincenzo

         También están los compañeros de pastoral algunos ya fallecidos y  otros excelentes compañeros a quienes admiro por su carácter o por  su carisma de catequistas o por sus consejos que no me dejan dormirme en la rutina, y,  tengo que citar también y, seguro que me quedo corto,  a  los catequistas del camino neocatecumenal y los padres somascos que me tratan más que como amigo, como hermano.
         También hubo laicos que me ayudaron,  pero eso es otro capitulo para otra ocasión.
         Víctor M. Sánchez Lado

         PÁRROCO

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