lunes, 9 de noviembre de 2015

Hablemos de pureza




Se trata  de un libro que  se ha publicado hace poco y de un tema del que habla todo el mundo menos los sacerdotes en las iglesias, es por ello que me parece muy oportuna  su lectura. Aquí pongo una amplia reseña que da una idea de por donde va el autor.

Amor y desamor. La  pureza liberadora

Guillaume Derville 2015. Edit. Rialp.

Ya en el prólogo constata el autor que muchísimos católicos nunca oyeron hablar de castidad en las iglesias. Y, por contraste, pone como ejemplo a San Pablo que habla con claridad de las costumbres depravadas de innumerables personas (Rm. 1, 18-32). Un tema,  por tanto,  interesante y que debemos conocer para poder explicarlo con claridad  y  tratar de ayudar a vivir esta  preciosa virtud.

Hace ya al principio una pregunta directa: ¿qué es la castidad?  Y da unas explicaciones concluyendo que  la castidad es “una vocación para todos”. Es una virtud necesaria para amar a Dios, para amarse a uno mismo y para amar al prójimo. Sigue diciendo que es un jardín de auténtica belleza.

En todo el libro cita mucho a Juan Pablo II en especial el libro Amor y responsabilidad. También cita a Santo Tomás y a Benedicto XVI,  entre otros muchos. A San Josemaría Escrivá lo sigue como maestro de vida cristiana en especial en diversos criterios en cuanto al modo de exponer esta virtud. S. Josémaría tiene una gran delicadeza cuando habla de la castidad. Evita caer en la  vulgaridad, y no  recurre a la crudeza de los términos clínicos que no son necesarios para un razonamiento espiritual. Habla siempre de pureza y lo hace sabiamente y en el momento oportuno.

La castidad es
don de Dios y a la vez fruto, dice el autor de este libro, de una lucha personal. La pureza es atractiva y hemos de pedirla y conseguirla.
Como no podía ser menos dedica un largo capitulo  a la pureza del corazón comentando enseñanzas de la Sagrada Escritura. Aclara que el corazón es la persona en su intimidad, alma y cuerpo. Explica con detalle la relación interior de inteligencia, voluntad y sentimientos. El desafío  está en saber amar,  buscando el bien del otro en lugar de pensar en el propio.
Le saca partido al hecho de ser templos del Espíritu Santo y de albergar a Cristo en la Comunión. Cristo comunica lo que es: pureza,  inmortalidad. Por otra parte afirma que la perseverancia en la vida cristiana exige pureza. Esta, a su vez, procede del contacto con la Carne de Cristo en la Comunión.
Salen otros muchos temas prácticos  como son:  valorar los fracasos, explica muy bien el tema de huir de las ocasiones de pecado y distingue la diferencia de ver y mirar. Afirma sin titubeos que la castidad puede triunfar a pesar de todo.


Salen los temas habituales  como el celibato y  la castidad en los casados. Respecto a los casados trata de  la contracepción como problema  de tanta actualidad, la vocación etc..

 Resume  y concluye, en la pg. 195, diciendo que es preciso evitar tanto la utopía matrimonial, cuanto ceder a una visión negativa del matrimonio. En realidad, este no aporta automáticamente la felicidad ni adquiere su verdadero sentido más que en el marco del plan de Dios sobre cada uno. Toda persona está llamada a descubrir cuál es su vocación y a responder: para cada uno lo más perfecto es – siempre y solo – hacer la  voluntad de Dios.

 Sobre el celibato y su finalidad de amar, le dedica bastantes páginas haciendo diversas distinciones de clases de celibato y de cómo   más que un  don de si a Cristo es una identificación con El.
 Los célibes por vocación,  son los amigos íntimos del Señor con corazón totalmente para Dios y   dispuestos al servicio de la voluntad de Dios.
Es un libro que vale la pena leer pues  da  ideas nuevas y,  lo antiguo y ya oído,  lo razona para llevarnos a  comprenderlo en profundidad y a vivirlo.

Víctor M. Sánchez Lado

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