jueves, 26 de noviembre de 2015

Nos gloriamos incluso en las tribulaciones (Rom.5, 3)




Está en la carta a los romanos. 
Me llama la atención porque no coincide con nuestra visión  humana de las cosas. No queremos tener tribulaciones, procuramos deshacernos de los motivos y quedar tranquilos. Quizá sí hay que quitar los motivos,  pero nos queda la tarea de afrontar bien las tribulaciones.

La visión sobrenatural es otra cosa. Si Dios quiere que seamos atribulados es por un bien, pues de Dios no esperamos nada malo. Y de hecho, el mismo S. Pablo, es decir el Espíritu Santo, dice que de la tribulación viene la paciencia, etc. Distintos bienes.  A cada uno aquello que le hace falta.

 Si no hubiera tribulaciones en nuestra vida, rezaríamos mucho menos, seríamos quizá unos soberbios. Nos viene bien y hay que aceptarlas con ánimo decidido a aprovecharlas.

 Hay un versiculo de un salmo que dice Qui tribulant me, inimici mei , ipsi infirmati sunt et ceciderunt.Los que me atribulan, mis enemigos, ellos mismos enferman y caen. Lo podemos usar como jaculatoria en las tribulaciones.

S. Juan de la Cruz pedía a Dios tribulaciones porque, decía él, los sufrimientos le acercaban a la inocencia de Adán.

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