lunes, 5 de septiembre de 2016

Un pocillo roto, pero sabio.




Había en  una casa limpia y muy bien ordenada, un hermoso pocillo, de lujo. Elegante adornado de  flores y de la mejor porcelana de Italia. La cucharilla de oro y un platillo haciendo juego. Una belleza.
Este pocillo fue comprado con amor y usado en las solemnidades y fiestas. Era la admiración de la mesa y traía muchos y agradables recuerdos.

Pasó así bastantes años con esos amos, pero como se hicieron mayores decidieron  regalarlo a un buen amigo para que lo cuidara  y lo disfrutara. Era un bonito recuerdo de amigos.

Ese nuevo amo, lo miró, le gustó y lo coloco en un sitio preferente y visible. El pocillo estaba triste, pero se fue alegrando poco a poco en su nueva vida. Seguramente, pensaba él,  con pensamientos de porcelana y rosas, que  le esperaban  grandes aventuras y  las caricias de  nuevos amigos.

Un buen día el amo se decidió a usarlo, era un sábado y ya pensando en el domingo creyó que era el momento de saborear un buen café de Colombia y unas galletitas, pues la bandeja tenía esa posibilidad de poder llevar pocillo y galletas.

El amo lo cogió, sin prisas,  para llevarlo a la cocina y ponerle el rico café. El se puso contento,  iba a ser util de nuevo y miró de reojo a los otros pocillos. Todo iba  bien pero,  ¡ay!,  Al entrar en la cocina se enganchó la camisa del amo en la puerta,  tuvo que parar de pronto y, en estas,  el pocillo saltó por los aires cayendo al duro suelo. Se produjo un ruido fino casi musical de buena porcelana y se deshizo en mil pedazos ante el asombro del amo.

El amo le miró triste, se reprochó  el poco cuidado o la mala suerte y dijo unas palabrotas contra sí mismo, que no es cosa de reproducir. Luego se puso a recoger los trocitos,  casi todos pequeños,  que no aseguraban nada bueno. Aquello parecía  que ya no tenía remedio.  Daban ganas de ir besando cada trozo y pedirle perdón.

En un segundo momento el amo pensó que allí estaba Dios diciéndole algo. Es como si el pocillo quisiera prestar un último servicio. En este suceso había algo de positivo. Pensó, el amo, que aunque lleves muchos años sirviendo y seas muy  majo, no estás seguro, puede  venirte algo inesperado y  venirte a bajo en un momento y pasar de ser importante a ser un desecho  para la basura. Menos  mal que en el plano  espiritual Dios puede recomponer lo imposible y lucirse con un buen arreglo, pero mejor es vigilar,  cuidar lo pequeño, no ponerse en peligro y tomar precauciones porque somos todos muy valiosos y a la vez frágiles.

Los pensamientos del amo  fueron también a otras situaciones que se dan tantas veces, quizá demasiadas. Pensó en  familias conocidas, buena gente, de cualidades envidiables que por lo que sea, se dejan, se  divorcian, se casan de nuevo a veces con otros divorciados y la familia se vuelve añicos por todos los lados. Todavía queda algún aspecto de la antigua hermosura pero…pero…

¿Quién lo recompondrá?. Yo no lo sé, pero estoy seguro de que Dios lo sabe y que tiene algún plan B, viable y, tal vez algún día,  aquello tenga algún amaño. Parece imposible, pero para  Dios no hay nada imposible.

El pocillo no fue a la basura;  quizá algún manitas pueda echarle una mano y que quede al menos en pie  y  como recuerdo. Gracias pocillo,  que me has dado tantas enseñanzas.

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