martes, 7 de febrero de 2017

Los consejos de un viejo sacerdote




Por unas circunstancias providenciales, que no son del caso contar,  me  saludó en el Hospital un matrimonio que hacía mucho que no veía. Me dijeron de donde eran: una aldea perdida en medio de una llanura,   con grandes zonas de cultivos,   intercalados con pequeños bosques.

Me acordé que allí tenía un viejo amigo sacerdote que no sabía nada de él y entonces  les pregunté por él y me informaron perfectamente. Me dieron los datos de donde vivía ya retirado y cuidado por una familia. En ese momento hice intención de ir a verlo, pues ya tenía 88 años y podía encontrarse con cierta soledad.

Lareira gallega
Como no sabía bien el camino puse el GPS, un sábado por la mañana,  y me lancé a ver si lo encontraba. 

Fui a parar a una zona que no tenía nada que ver. Tanto es así que le pregunté a un paisano por el sitio y me  dijo, con una expresión castiza gallega que no se puede reproducir, que era muy complicado explicarlo. 

Volví a casa y llamé a un colega, que vive por esa zona, y me dijo  el recorrido detallado que me dio y  que fui escribiendo.

Ya el domingo por la tarde, seguí los pasos indicados por mi amigo y llegué correctamente.

Nos saludamos, el sacerdote mayor y yo, nada más vernos  y me pasó a la cocina, a la lareira,  que tenía una hermosa temperatura.

 Hablamos largo rato, más de una hora, y me contó  bonitas  historias de su juventud. Cuando llegó la hora de despedirnos  le pedí que rezara por los curas y me dijo que todas las noches rezaba  15 padrenuestros por 15 intenciones distintas:  por los familiares difuntos, por los feligreses de todas las parroquias de las que fue responsable, por personas singulares , el Papa , los curas…etc

Me quedé muy contento de ese detalle tan tierno  y ya para terminar le pedí que me diera una bendición. Quedó como dudoso, pero le dije que los curas bendecimos. Es lo nuestro. Entonces me dio una bendición sencilla y clásica e hizo la señal de la Cruz (varias), y luego como de propina me añadió: Sigue los pasos de Jesús y habla de sus enseñanzas

Luego  me cogió la mano y  me la besó y yo cogí la suya y también besé aquella  mano que tuvo tantas  veces el Cuerpo de Jesús y dio tantas  maravillosas bendiciones.

 No hace falta decir que marché de allí feliz y contento.

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