jueves, 6 de abril de 2017

Sonrisas





Así firmaba sus cartas, era un bonito seudónimo que le gustaba y que usó principalmente durante su noviazgo.

Su marido era Manuel, un profesional que había conocido en un casino de una villa marinera.
Sonrisas era guapa y lo fue siempre aun en la vejez en la que conservó su belleza. Después de un noviazgo ni largo ni corto, decidieron casarse Sonrisas y Manuel.


Manuel tuvo la ocurrencia, que luego contó, de coger una cuartilla y en dos columnas puso las cualidades de Sonrisas. Se ve que  ganó la columna de las virtudes pues contrajeron matrimonio.

En las noches de invierno, sus hijos al calor de la lareira gallega, les preguntaban detalles de su noviazgo o  sobre los abuelos, o sobre la boda, y no tenían inconveniente en contarlo. Después de todo, era parte de su historia. En esas conversaciones Manuel contaba que para conquistar a su futuro suegro, se dio cuenta que le gustaba hablar sobre religión y entonces muchas de sus conversaciones eran sobre la cuestiones relacionadas  con este tema que estaban en ese momento en el  ambiente.
 
Esa  familia tardó varios años en tener  el primer hijo. Cuando Sonrisas quedó embarazada fue una alegría para todos y cuando nació el primer hijo una gran alegría  llenó los días de esta familia, no sólo de los padres, sino de la familia más amplia. Tanto sonrisas como Manuel procedían de familias numerosas.

Luego un segundo hijo se perdió en el camino. No le pusieron nombre, pero estará como un angelito en el Cielo. Allí le conoceremos como un joven apuesto, pues dicen los teólogos que en la otra vida,  todos seremos jóvenes.

Pasó algún tiempo y vino otro hijo. Deseaban una niña pero a Dios le pareció mejor que fuera un niño, Dios seguramente tendría sus planes. A Sonrisas siempre le alegraba saber que un matrimonio conocido,  esperaba un nuevo hijo y el modo de hablar, como hacían muchas mujeres casadas, era parecido cuando le preguntabas ¿Cuántos hijos tienes? , solían decir: de momento 2,3…  Ese De momento era muy significativo, pues quería decir que seguían abiertos a una nueva  vida. Esa apertura  es un don de Dios y es consecuencia de creer en Él como un Padre Providente.

La vida del matrimonio transcurría con tranquilidad: trabajo, casa, fiestas familiares, pequeños viajes y los domingos todos a Misa y los primeros viernes confesión y comunión. Todos estos puntos merecerían un comentario.

Los niños crecían en edad y sabiduría como dice el Evangelio que le pasaba a Jesús. Manuel se encargaba de irles enseñando según las circunstancias lo requerían. Cuando el hijo pequeño sólo tenía 6 años y había pasado la fiesta de la Circuncisión del Señor, le preguntó si sabía  lo que era y, ante la respuesta negativa, le  explicó con mucha sencillez y verdad lo que era la circuncisión. Pasados los años este niño había crecido y ya era un profesional ,  se dio cuenta que mucha gente ignoraba lo que era,  eso que incluso aparece en el Evangelio y se le  hace una fiesta. Este niño ya lo conoció desde muy pequeño.

La vida transcurría con sencillez. A veces muy justos de dinero, pero hambre no pasaron. Dios es providente con sus hijos y al que hace lo que está de su parte no le niega sus dones.¡ Cuantas familias pueden hablar de cómo se multiplica la comida en sus despensas sin saber como, pero siempre hay!.

Luego llegó la bicicleta, la moto, el coche. La radio también fue  evolucionando y mejorando. Luego  los ordenadores. Cuando uno de los hijos le explicó a Manuel – ya jubilado - algo de informática, se quedaba asombrado cuando veía como una lista de nombres se  podía ordenar por  el apellido o por la fecha de nacimiento y se hacía simplemente, con tocar la tecla adecuada,  en cosas de segundos.

Sonrisas, cuando llegaba su santo se encargaba de hacer una fiestecita y reunía a sus hijos y familiares. Siempre decía que  podía ser el último año, y entonces nadie se negaba. Eran unas fiestas  muy agradables y divertidas. A veces incluso bailaba con el hijo mayor y decía de si misma que era como una pluma,  fácil de llevar.

Supongo que alguna vez discutirían, pero nunca lo hacían delante de los hijos. Seguramente sabían que esas discusiones siempre producen un trauma, un daño,  a los hijos, aunque sean ya mayores.

El sacramento del matrimonio les unió física y espiritualmente. No disfrutaban en lo que hacían si no estaban juntos y compartían. Se santificaron en lo ordinario y se ayudaron a ir por el camino de la santidad. Esa gracia y esa constancia e ilusión,  la da el sacramento, es consecuencia de la bendición de Dios.

nota:
Estuve buscando en internet fotos de familias y me encontré con la ideología de género que pone como familias a personas del mismo sexo en muchos casos. Las que  pongo,  tienen esa fuente, internet,  y son para ilustar el testimonio de este matrimonio, pero no tienen nada que ver con la realidad.


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