Por este motivo estamos dando a conocer dos personas de Santiago en camino de ser beatificados: la M. Antonia de Jesús y el capuchino Fernando de Olmedo o Fernando de Santiago, como le llaman sus hermanos capuchinos, por nacer en Santiago.
Para asistir a la beatificación de Fernando de Santiago se está preparando una peregrinación desde la parroquia de S. Miguel dos Agros en donde fue bautizado.
Dicha peregrinación será los días del 11 al 14 de octubre (tl. 630 713 682). Al ir, se pasará por Arévalo para ver la exposición Las Edades del Hombre.
Seguidamente, para conocer más al P. Fernando , pongo el segundo capitulo de su vida, en continuación con lo ya escrito en este blog.
capítulo II
Pasante en el bufete-No puedo defender ese pleito. De baja en el
Colegio de Abogados-Oposición a contador-La Contaduría de Santiago.
La familia del siervo de Dios estaba establecida en
Pontevedra cuando él terminó sus estudios, dedicado el padre y los hermanos
menores con éxito admirable al comercio. Allí se estableció también el joven y
novel abogado, trabajando como pasante con una de las figuras más prestigiosas
de entonces en el Foro: el doctor don Felipe Ruza, muy amigo de la familia Olmedo ,
excelente persona y de eminente capacidad jurídica. Allí actuó con gran
competencia, hasta que, habiéndole dado dicho señor Ruza un pleito para que lo
estudiara y defendiera, al cabo de unos días se lo devolvió, renunciando a
este encargo de defender el pleito por repugnar a su conciencia los argumentos
que debían emplearse para defender al cliente. Y no sólo renunció entonces a la
defensa del pleito, sino que desde aquel momento abandonó el ejercicio de la
profesión, dándose baja en el Colegio de Abogados.
La admirable actitud de: siervo de Dios en esta
ocasión revela la delicadeza de su conciencia y el espíritu profundamente
cristiano, que no le permitían la mentira, el dolo, el engaño, las razones
falsas, y por lo mismo, sin razones, dejando el ejercicio de la profesión que
tantos sacrificios había costado a su padre y a él mismo tantos desvelos para
cursar la carrera de leyes. Terminado de este modo el imperativo de su recta y
delicada conciencia, entró en el negocio que tenía su padre en la misma ciudad
de Pontevedra, para dedicarse a los trabajos de escritorio y contabilidad, los
que desempeñó con gran acierto y eficacia.
Entre tanto, habían sido convocadas oposiciones para
contadores de Diputaciones y Ayuntamientos en Madrid. Como Fernando había ya desempeñado algún tiempo el
escritorio y contaduría del comercio de su padre, habidos además los estudios
del bachillerato y carrera de leyes, animoso se presentó en Madrid a opositar,
con tan buenos resultados que obtuvo el número dos en la clasificación. Sus
aspiraciones fueron muy modestas, no obstante el gran éxito alcanzado. Por
aquel tiempo estaban vacantes las Contadurías de las Diputaciones de Barcelona,
Valladolid y otras; se contentó con optar a la plaza del Ayuntamiento de Santiago,
tal vez por ser su ciudad natal, posiblemente porque estaba cerca de
Pontevedra, donde residía su familia, o acaso porque sus aspiraciones, en medio
del triunfo, fueron muy templadas. Pero, de primera intención, ni siquiera le
fue concedida dicha plaza, porque, aun ganada en tan bella lid, la política
caciquil entonces en aquella región imperante, exigía que antes se doblegara a cierto alto
personaje liberal que ostentaba prácticamente el mando en Santiago de
Compostela. Pero ni su padre, recto e inflexible caballero castellano, ni el
siervo de Dios quisieron hipotecar su libertad, negándose a ingresar en una
política que contradecía sus ideas religiosas y los dictados de su conciencia.
Por entonces no le concedieron la plaza solicitada, y tan elegantemente ganada.
Más tarde, cuando ya era inútil, como adelante verá el lector, se la otorgaron.
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