Conocí a una señora ya mayor que yo le llamaba la eterna enamorada pues cuidó a su marido en sus últimos años con un esmero que causaba admiración. Pues bien, la seguridad social le mandó una enfermera titulada a enseñarle como tenía que tratar a su marido, pero no le dijo nada nuevo que ella no hiciera, pues, el amor es muy ingenioso y enseña más que los libros.
Escribo estas cosas movido por el trato que le dio la Madre María Antonia (Carmelita) a una enferma amiga y bienhechora suya, que estaba para morir aunque no lo sabía. Nos puede servir para saber como hacer nosotros, en caso de atender a enfermos. Lo cuenta en el libro II pag. 429.
Yo pensaba que en el S. XVIII no habría prejuicios en relación con la comunicación de la posible y cercana muerte de un ser querido, para avisarle de la necesidad de prepararse para un asunto tan importante, pero he descubierto que era como ahora más o menos. Antes y ahora al enfermo se le oculta la realidad y se le miente descaradamente, esto, en general, pues también hay excepciones honrosas, y este es el caso de la M. María Antonia con su amiga.
Sanatorio de La Esperanza, en Santiago |
Pero vayamos al interesante relato:
"Ahora vuelvo a mi enferma...estando yo en la asistencia de mi enferma y con el cuidado, al mismo paso , del susto que había de dar a su marido y demás familia con su muerte, yo no dejaba de prevenir a D. Miguel para el golpe; y a la misma enferma le dije que tenía una enfermedad de gran peligro, porque el demonio había entrado fuertemente a tentarla.
Y así para que se pusiera a bien con Dios, le hablé claro; que según las ocasiones, y más de gente seglar que no está tan desasida de las cosas del mundo como deben, es preciso en tales lances y conociendo el peligro, hablar claro al enfermo, sin mirar ni detenernos en los reparos y dificultades que propone nuestro natural: que vale más la salvación de un alma que todos los respetos humanos.
Que mejor es que se asusten en vida que después de muerte; que no hay remedio para el consuelo si Dios no lleva al alma a parte donde le pueda tener".
Los enfermos son salvación para muchos, con sus sufrimientos llevados en unión con Cristo paciente, y los sacramentos son medicina -la principal de la Iglesia- para las heridas que dejan los pecados y en concreto la Unción de Enfermos es una amorosa preparación del viaje, - como dice J. Escrivá - que termina en la Casa del Padre.
(los subrayados son míos)
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