miércoles, 31 de julio de 2013

Venerar a María

En un muro de Roma
Un día, no hace mucho, me contó, un feligrés y amigo, que iba todos los días a la piscina y  me dijo que él era el único que llevaba al cuello una cadena de la que colgaban sus correspondientes medallas, alguna de la Virgen. Estaba con él un hijo pequeño quien le  pidió que se las quitara pues nadie de los bañistas llevaba  tal atuendo que llamaba la atención. Desde luego no se las quitó y las llevaba con orgullo de hijo.

En una iglesia del Trastevere
En otras ocasiones vi a jóvenes que en lugar de la medalla de la Virgen llevaban una especie de hoja de afeitar o un cuernecito. Uno de estos, un día, apareció por la parroquia con su novia y, con el debido permiso, le puso a la Virgen de la Paz, su cadena, creo que de plata, con su hoja de afeitar. 

Supongo que sería para él un sacrificio el desprenderse de esa joya, pero el mismo se la puso a la Virgen y allí sigue. Yo creo que la Virgen le miró con cariño.




En la parroquia tengo la costumbre, desde hace muchos años, de imponer el escapulario del Carmen a los niños que hacen su Primera Comunión, pues ser cofrade y llevar el escapulario tiene concedidas muchas indulgencias por los Papas y la promesa de la Virgen de que irá al Purgatorio a buscar a sus cofrades el sábado siguiente a su muerte; es una magnífica promesa. Se necesita llevar el escapulario, rezar al menos tres avemarías y tratar de vivir la castidad  cada uno, según su estado.
Hace poco, me decía el familiar de un difunto  joven, que estaba muy satisfecho porque además  de recibir los sacramentos, murió en sábado y con el escapulario puesto.

Recientemente nos dio ejemplo de cariño y devoción a la Ssª Virgen el Papa Francisco que lo primero que hizo al ser elegido Papa fue llevar un ramo de flores a la Virgen Salus Populi romani que se  venera en  Santa María la Mayor de Roma. Y ahora, en Brasil, se mostró cariñoso como un enamorado, con la Virgen,  La Aparecida,  a quien besó y acarició  en público y en diversas celebraciones.

También quisiera recordar, ahora que estamos en los 50 años del Concilio Vaticano II, que en la Clausura el Papa Pablo VI proclamó a la Ssª Virgen Madre de la Iglesia  y la llamó Templo de luz sin sombra y sin mancha. En ese momento resonó un inmenso aplauso en toda la Basílica.

Conclusión: llevar con amor el escapulario del Carmen o la medalla, y tener en nuestras casas alguna imagen bonita de la Virgen que nos recuerde su presencia de madre.


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