En un muro de Roma |
Un día, no hace mucho, me contó, un feligrés y amigo, que
iba todos los días a la piscina y me dijo
que él era el único que llevaba al cuello una cadena de la que colgaban sus correspondientes
medallas, alguna de la Virgen. Estaba con él un hijo pequeño quien le pidió que se las quitara pues nadie de los
bañistas llevaba tal atuendo que llamaba
la atención. Desde luego no se las quitó y las llevaba con orgullo de hijo.
En una iglesia del Trastevere |
En otras ocasiones vi a jóvenes que en lugar de la medalla
de la Virgen llevaban una especie de hoja de afeitar o un cuernecito. Uno de
estos, un día, apareció por la parroquia con su novia y, con el debido permiso,
le puso a la Virgen de la Paz, su cadena, creo que de plata, con su hoja de
afeitar.
Supongo que sería para él un sacrificio el desprenderse de esa joya,
pero el mismo se la puso a la Virgen y allí sigue. Yo creo que la Virgen le
miró con cariño.
En la parroquia tengo la costumbre, desde hace muchos años, de
imponer el escapulario del Carmen a los niños que hacen su Primera Comunión,
pues ser cofrade y llevar el escapulario tiene concedidas muchas indulgencias
por los Papas y la promesa de la Virgen de que irá al Purgatorio a buscar a sus
cofrades el sábado siguiente a su muerte; es una magnífica promesa. Se necesita
llevar el escapulario, rezar al menos tres avemarías y tratar de vivir la castidad
cada uno, según su estado.
Hace poco, me decía el familiar de un difunto joven, que estaba muy satisfecho porque
además de recibir los sacramentos, murió
en sábado y con el escapulario puesto.
Recientemente nos dio ejemplo de cariño y devoción a la Ssª
Virgen el Papa Francisco que lo primero que hizo al ser elegido Papa fue llevar
un ramo de flores a la Virgen Salus Populi romani que se venera en
Santa María la Mayor de Roma. Y ahora, en Brasil, se mostró cariñoso
como un enamorado, con la Virgen, La Aparecida, a quien besó y acarició en público y en diversas celebraciones.
También quisiera recordar, ahora que estamos en los 50 años
del Concilio Vaticano II, que en la Clausura el Papa Pablo VI proclamó a la Ssª
Virgen Madre de la Iglesia y la llamó Templo de luz sin sombra y sin
mancha. En ese momento resonó un inmenso aplauso en toda la Basílica.
Conclusión: llevar con amor el escapulario del Carmen o la
medalla, y tener en nuestras casas alguna imagen bonita de la Virgen que nos
recuerde su presencia de madre.
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