sábado, 2 de mayo de 2015

Dos días en Ávila y un congreso



Cardenal amato


Pasé dos días en Ávila, una ciudad más pequeña que Santiago, pero llena de vida. Se notaba que era el centenario de Santa Teresa.
Coincidí en el seminario con un grupo de seminaristas mayores de Valladolid que estaban  de paso y otro grupo de catalanes, unos 60, de una parroquia que venían atraídos por Santa Teresa.

 Estuve rezando  largo rato en la catedral y en media hora pasaron al menos tres grupo con sus respectivos guías.
Las calles rezuman a S. Teresa con grandes carteles y con frases incisivas de la Santa. Aproveché para ver algo de la Edades del hombre que tiene exposiciones  en varios lugares y con la categoría de siempre.
Miguel Norbert
Estuve en Ávila porque había un congreso, el primero, sobre el obispo beato Manuel González que fue obispo de Málaga y luego de Palencia. La lección inaugural, ante unos 150 oyentes entusiastas, la dio el cardenal Angelo Amato, que habló sobre distintos aspectos de la vida del  beato, ilustrado con numerosos ejemplos.
Merece destacarse la conferencia que dio un laico el Dr. D. Miguel Norbert  Ubarri, de la universidad de Amberes.
 Explicó como la vida mística es algo a la que estamos llamados todos. Es una experiencia viva de Dios a la que se llega por medios ordinario y a veces por medios extraordinarios que Dios da  cuando quiere como un don. Lo importante es la santidad  a la que lleva esa experiencia inefable que difícilmente se puede expresar en palabras.
Se habló de muchas más cosas, como la respuesta de D. Manuel González a los problemas de analfabetismo y de pobreza. De como del fuego de la Eucaristía sacaba todo para su labor pastoral. De los sagrarios sin hombres y de los hombres sin sagrario etc.

comunicaciones.

Un sacerdote portugués hizo una bonita comunicación sobre el trato de D. Manuel González y Josemaría Escrivá. Había entre ellos una gran amistad mutua, mucha comunicación personal y también por escrito. S. Josemaría le hizo varias consultas sobre el trato con sacerdotes. Recordó un punto de camino de aquel obispo que al terminar una ordenación se arrodilló besando las manos de los ordenados y les decía tratádmelo bien, tratádmelo bien. Ese obsiopo era D. Manuel González.
Todo, con muchas citas.

Hubo un telegrama del Papa y muchas cosas hermosas  que nos llevaron a una mayor chifladura por  la Ssª.  Eucaristía.

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