lunes, 29 de junio de 2020

Tengo un amigo ateo




                Desde hace tiempo pienso en este amigo que es ateo o al menos eso dice. Es una persona culta que tuvo una formación cristiana, pero ahora es ateo. Conversaamos  algunas veces  y hablamos de todo,  pero en cuanto a  su falta de fe apenas abre la puerta para que pueda decirle lo que yo pienso.
                Siempre  me acuerdo de lo que nos han dicho el día del  bautismo tocándonos o haciendo la señal de la cruz sobre labios y oídos: EFETA, es decir ábrete.  Hay que estar abiertos a lo que nos venga de fuera no sea que perdamos algo interesante.

 También me acuerdo de una larga conversación  que tuve con un judío que tenía negocios en Argentina y que iba a Israel a  la boda de un familiar.  Estuvimos juntos en el avión y fuimos hablando desde  Barcelona hasta el aeropuerto de Tel-Avic.

 Y en esa conversación, cuando ya había cogido cierta confianza, yo le dije lo que había leído acerca de la  juventud judía,  que eran ateos aun celebrando sus tradiciones judaicas. Pero el me  dijo,” bueno,  usted sabe que  ateo- ateo no hay nadie”.

Efectivamente allá dentro de nosotros  hay un algo que nos dice que algo tiene que haber después de la muerte y que este bellísimo universo de 100.000 millones de galaxias, como la del camino de Santiago, tuvo que tener un hacedor y un Amo.
                              
                Cuando veo un ateo  me atrae, me gusta poder hablar con él, no para convencerle sino para darle datos  y animarle a que, desde la humildad,  vea si Dios existe, pues venir de la nada e ir hacia la nada es lo más angustioso que nos puede pasar. Muchos sabemos que venimos de un Dios que nos quiere y caminamos  hacia el encuentro y visión de ese Dios. Esto sí que reconforta.
                Benedicto XVI ha tratado este tema en varias ocasiones quizá consciente de la situación de muchas personas en Europa   y habla de la necesidad de acudir al desierto a buscarles y llevarles a la fuente de Vida que es Cristo. Lo ha explicado de un modo sencillo:”Dios existe y se ha acercado a nosotros en Jesucristo”.
                La fe es un don de Dios que  nos ofrece a todos alguna vez en la vida  a través de sucesos o acontecimientos de la vida  o del encuentro con su Palabra o con un creyente,  y eso llega al corazón que Dios abre y lo transforma.

 Detrás de esos sucesos está Dios, el encuentro en realidad es con él. La respuesta es nuestra que viene siendo algo que transforma toda nuestra vida para bien. Es como al que perdió su padre, de pronto lo encuentra y con él, todo lo bueno.

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