lunes, 28 de septiembre de 2015

Enseñar al que no sabe




Obra de misericordia espiritual. La primera. El ponerla en primer lugar puede significar la importancia que le quiere dar el catecismo.

Toda la vida de Jesús fue una enseñanza con  los hechos y con las palabras. Todo lo que está escrito en el Evangelio está escrito por algo y da mucho para aprender durante toda la vida.

Ya desde el principio los apóstoles y los primeros cristianos enseñaron con la predicación y los escritos y desde luego con su entrega total al Reino de Dios hasta el martirio. A lo largo de toda la historia de la Iglesia hasta nuestros días,  se siguió con la misma pauta.

Hay instituciones de la Iglesia dedicadas a enseñar, no sólo  universidades y diversos tipos de colegios sino otras muchas iniciativas para capacitar a  la gente según sus necesidades. Pero no es esto en lo que me quería parar, sino en la enseñanza individual, de un padre, una madre, un amigo o vecino. Toda la Iglesia ha de enseñar. Pondré varios ejemplos.

Recuerdo cuando tenía unos 6 años que mi padre, estando en la cocina esperando la cena, me preguntó si  sabía lo que era la circuncisión. Yo no lo sabía,  aunque lo  había oído por las fiestas de la  Navidad cuando se hablaba de la circuncisión del Niño. Mi padre me lo explicó con toda naturalidad y me quedó entendido y  grabado para toda la vida.

También recuerdo a un viejo sacerdote que me explicó como el agua bendita no se corrompe gracias a la bendición, cosa que nunca vi escrita, pero que llevo experimentado que es verdad. Otras aguas, en cambio,  se corrompen con el tiempo.

Otro amigo me explicó lo que era la vibración apostólica y lo hizo con tres monedas. Una sujeta con un dedo en el medio, otra que la golpeaba sin moverla y una tercera pegada a la sujeta que salía despedida como efecto de la vibración. Así se contagia, me decía, la vibración apostólica. 

También recuerdo a un abuelo con el que estaba de conversación en una plaza pública y pasó por allí un nieto que dentro de pocos días iba a hacer la Primera Comunión. El abuelo que se llamaba Vicente lo llamó y le preguntó ¿sabes a quien recibes en la Comunión? Y sin darle tiempo a contestar le dijo: Mira, recibes a Dios.

Los niños hacen muchas y a veces difíciles preguntas a las que hay que responder. Así se forman. Cuando no se sabe, hay una respuesta válida: no lo sé, pero sé en dónde buscarlo. Ya te lo diré. Y lo hacemos.
Saber el porqué de las cosas que hacemos o el origen de las palabras explicando su significado, son una buena ocasión para enseñar al que no sabe. Por ejemplo que significa Biblia o como se llama la tela que cubre el sagrario y para que se le pone  etc.

Hay otras muchas  cosas que enseñar: a poner en orden los libros o los armarios, como quitar manchas, como poner la mesa correctamente, como conseguir que los grifos estén siempre brillantes…

Muchas cosas se aprenden viéndolas hacer.  Aprendí en el santuario de Fátima la devoción y sinceridad con que rezan los peregrinos portugueses, también me impresionó y no olvidé la genuflexión  bien hecha que vi hacer a un joven universitario en la parroquia, la naturalidad y el realismo con que  vi a San Josemaría hablar con el Señor en el sagrario, parecía que lo estaba viendo.

Hay muchos campos en los que podemos enseñar como el manejo de ordenadores, internet, el manejo de una máquina de fotos y tantas cosas que son enseñar al que no sabe y que son pequeñas obras de caridad y amor al prójimo.

Muchos podríais contar  vuestras propias experiencias que seguro son bonitas y variadas.  Hay que tener interés por aprender y también estar deseosos de hacer el bien de enseñar y comunicar nuestras experiencias.


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