jueves, 10 de septiembre de 2015

Hablando con los tractores




En una ocasión estaba un señor cerca del atrio de esta iglesia de S. Cayetano,  sentado en un banco y junto a un frondoso árbol. La cosa no tendría nada de particular, pero el caso es que, ese desconocido, estaba hablando con el árbol y con voz bastante alta que se escuchaba a distancia. A veces hacía  gestos como riñendo o amenazando al árbol.
Era  casi de noche y se me ocurrió llamar a la Policía local,  que suelen tener experiencia y recursos para estos y otros casos. Me dijeron que vendrían enseguida y me quedé tranquilo. Supongo que lo llevarían a un siquiátrico,  ya que al día siguiente ,  no estaba.

Pues yo quisiera contaros mis conversaciones con los tractores. Espero de mis lectores,  que nadie llame a la policía.

Los tractores rodean la parroquia y los edificios de la Xunta de Galicia. Están tristes. No se mueven, no tienen sus respectivos conductores y sus motores no  rujen como suelen hacerlo por los campos de esta tierra. Se ve que el asfalto no es lo vuestro y así  estáis de brazos caídos.

Me puse a hablar con ellos. Hay algunos que son muy altos y elegantes. Os felicito. Las ruedas son de alrededor de los dos metros. Tienen cabina, focos varios, calefacción etc. Son muy chulos. Me alegro de que se hagan maquinarias al servicio del hombre tan buenas y supongo que con otras muchas prestaciones para los labradores o cultivadores directos como dicen en Italia.

Me quedé mirando a varios tractores de esa guisa: verdes, rojos, azul  intenso, azul más pálido, amarillos etc. De todos los colores del arco iris. Vuestros amos pueden estar contentos y, conduciros y veros trabajar  debe de ser un placer.

 Pude hablar con uno de los dueños  de estos tractores y le dije que debían de  costar una buena pasta. Él me dijo que probablemente andarían por los 100.000 €. Entonces, le comenté amistosamente, teniendo una máquina así, la leche debe de dar mucho dinero. Su respuesta fue: estos tractores son de los bancos. Si vamos a la ruina, pasarán a los bancos.

Luego vi tractores medianos. Con las ruedas ya gastadas y bastante sucios. Les dije que eran buenos trabajadores, pues seguramente habían hecho muy buenos y trabajosos servicios a sus amos  y que, estos,  debían de estar contentos de ellos.

Había también alguno que no tenía ni cabina, ni luces, pequeño y desvencijado, quizá con muchos años de vida, un anciano,  y se le veía como acomplejado al lado de sus lujosos hermanos, pero allí estaba, como uno más y defendiendo el precio de la leche.

La leche, según me dijeron, la vende el productor a 18 o 20 cms. Y en los comercios se vende a casi un euro. Se quejan los ganaderos que ellos son los que trabajan y gastan en piensos y otros son los que cobran. Pero también hay otras versiones.

 Pido a Dios y a las autoridades competentes, que haya un pronto entendimiento para que cada uno vaya a su trabajo y ahí se realice plenamente y se haga justicia al obrero y al consumidor.

Supongo que todo será bastante más complejo, pero ya habrá quien lo exponga bien. Yo sólo quería hablar con los tractores.

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