martes, 25 de febrero de 2020

Devoción a San José



Para hablar de S. José me sirvo de dos imágenes del santo una de Torreciudad y la otra de una iglesia rural de Galicia.



En la primero está  s. José llamando a  una puerta de una vivienda; está con cara de preocupación. Tal vez recibió varias negativas a la petición de posada. Pero él insiste en poner todos los medios humanos a su alcance.

Fuera le espera la Virgen María que con la mirada sostiene y anima a que José no desista. María está sentada en un borrico. El camino era largo y está cercana a dar a luz.

El borrico es señal de que no están tan mal. En aquellos tiempos era un signo de estar bastante bien, igual que ahora el tener un coche barato  es señal de un cierto  nivel de vida. José, además, es un buen profesional, bien conocido y considerado, que cobraría lo justo a sus clientes.



En la otra imagen, aparece  S.  José con el Niño ya crecido. Ya se lo podía ir enseñando algunas cosas, quizá ya pasó el tiempo en que sentado en el suelo  en el taller ,  jugaba con los virutas, bajo la atenta mirada de María.

Era una familia normal. Estaban muy unidos, inseparables y con grandes virtudes humanas que hacía atractivo su indudable amor a Dios.

S. José tenía la tarea de educar a Jesús en lo humano. Le daría explicaciones de cómo hacer un buen trabajo, como guardar las herramientas con orden y el modo de  tenerlas a punto para el trabajo del día siguiente. Y otras cosas. Los ejemplos caseros que luego en su predicación pondría Jesús, el amor a lo concreto, seguramente lo aprendió de José.

Hay una hermosa oración de preparación a la Misa que rezamos los sacerdotes que dice así:
Oh feliz varón San José
 a quien se le concedió
 no solo ver y oír a Dios
 a quien muchos Reyes quisieron ver y no vieron y oír y no oyeron,
 se le concedió además
 llevarle, besarle, vestirle y custodiarle.

Luego se le pide que a su imitación le sirvamos en el altar con un corazón limpio y con inocencia en las  obras…
José también nos cuida a nosotros que somos la prolongación de Jesús, su cuerpo,  y nos enseña a tratar a Jesús y María,  en lo que él es un maestro que nos puede enseñar mucho.

Amemos a José, acudamos a él para todo. Consigamos  hablarle de lo que nos pasa y experimentaremos su ayuda para hacer bien la voluntad de Dios.

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