sábado, 15 de febrero de 2020

El Calvario (San Juan, 25 años)



El retablo de la parroquia de S. Juan es un Calvario. Cristo en la Cruz, la Virgen y S. Juan. Se sigue así la gran tradición de Galicia de resaltar la Cruz y sacar enseñanzas de su contemplación.

En esta misma parroquia hay varios hermosos cruceros, generalmente altos,como para que se vean  bien , y con el crucificado por un lado y por el otro con la Virgen. Los cementerios también  están llenos de cruces, como si en la muerte necesitáramos que nos digan, Jesús te ama, murió por ti,  por tu salvación.

Al contemplar la cruz, la primera idea es de asombro. ¿Tanto le interesamos a Dios? Nos podía salvar con una sola gota de su sangre y la dio toda. ¿Es tan importante el Cielo para siempre?

Nos quiere con hechos para que no haya duda de ese amor. Da la vida por sus amigos y, por tanto, es el amor más grande. Por eso los mártires por la fe,  dan la mayor prueba de amor a Dios.

El Calvario también  nos quiere hacer ver la malicia del pecado; a fuerza de ver los muchos  pecados que se repiten, ya nos parece que no tienen tanta importancia. La muerte de Cristo nos despierta de ese atontamiento. Esas horas del Calvario hay que contemplarlas despacio, sin prisas , mirando todos los detalles. Las llagas de  Jesús nos han curado.

La muerte de Jesús en la Cruz, nos hacer ver que, lo que Él predicó,  es verdad. Se cumple  en su vida y muerte. Se ve la paciencia, el perdón de los enemigos, la obediencia al Padre por encima de todo, la confianza en la oración, muere haciendo oración: Padre en tus manos encomiendo mi espíritu. Cuantas veces tengo oído: “Dios perdonó a quien lo mató”.

Las imágenes de este Calvario hablan. Cristo mira a S. Juan como olvidándose de sí mismo, de sus padecimientos. Lo mira con atención, con amor. Es su amigo del alma (como todos nosotros) y ya es sacerdote suyo. Le está hablando de su madre, María,  que no quiere que quede sola. Nosotros  deseamos morir como Cristo con la Virgen al lado y con un sacerdote que nos conforte.

La Virgen mira a Cristo. Sufre con Él. Está serena, de pie. No se derrumba. Sabe que es Dios y totalmente inocente y  le parece una barbaridad lo que estamos haciendo con Jesús. La misma barbaridad hacemos cuando pecamos, de nuevo crucificando a Cristo.

S. Juan está atento, muy atento a Jesús. No sólo escucha las palabras sino que contempla aquellas llagas por las que fuimos curados todos nosotros,  también los que venimos después y le hemos ofendido sin darle mayor importancia.

Tiene un gesto muy expresivo con su rostro y sus manos. Parece decir que él no es capaz de sufrir tanto y quizá el Señor le hace ver lo que luego dijo S. Pablo, inspirado por el Espíritu Santo: “te basta mi gracia”

Y así fue en la vida de tantos santos que dieron la vida como mártires por su fe. O de padres de familia que llevan con alegría la cruz de su vocación. También en la propia vida de S. Juan  ha ocurrido lo mismo,  pues  fue echado en una caldera de aceite hirviendo.

Se adivinan los otros personajes que no aparecen en este Calvario: el centurión que dijo de Cristo cuando lo ve morir: “era verdaderamente hijo de Dios”,  maría Magdalena que le fue fiel con tan gran amor y sin respetos humanos, y las Santas mujeres, las valientes  hijas de Jerusalén,  que todos nos enseñan mucho.

Invito a mirar, sin miedo la Cruz, y sacar consecuencias para nuestra vida.

nota
el Calvario es
obra de Fernando Mayoral

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