martes, 7 de mayo de 2013

Un cura alegre

Ayer fallecía en Pontevedra José Antonio Fernández Recuna, el párroco de la parroquia de  San José. Fue una noticia que corrió rápidamente por la Ciudad y por multitud de amigos en toda la Diócesis.
Hoy, a la mañana, pude ir a Pontevedra a rezarle un responso y darle mi último adiós  Fui con otros sacerdotes de Santiago D. José Luis  y D.Diego.

una perspectiva del templo
El hermoso retablo de Talleres de Arte Granda
Al entrar en la iglesia, en el velatorio  a esas horas de la mañana, la vi llena; no conté a la gente, pero podía haber unas 200 personas rezando el rosario y acercándose al féretro quizá para una oración o para darle un beso.
 Tuve la curiosidad de  firmar en el libro de firmas y de leer alguna dedicatoria. Realmente emocionaba ver aquellos breves escritos por  el cariño con que se despedían y  las personas que le daban también las gracias por lo que había hecho por ellas.
De todos modos no se crea que era un ambiente triste sino de esperanza, incluso de alegría por un hermano querido que llega a la patria.

A D. José Antonio lo conozco desde hace muchos años; coincidí con él en convivencias o jornadas de formación y también  recuerdo los tiempos de Roma en donde también  nos veíamos. Siempre tenía noticias para las que tenía una especial facilidad de enterarse, sobre todo si eran cosas relacionadas con la Iglesia o con el Opus Dei.

En las tertulias era ameno y simpático y daba las noticias con detalle y con gracia. Todos lo escuchábamos con sumo interés

 Uno de mis últimos encuentros  con él fue en su iglesia con motivo de  un aniversario de la Adoración Nocturna Femenina. Se hizo una procesión desde la Peregrina  hasta la parroquia de S. José en donde concelebramos con muchos sacerdotes presididos por el Sr. Arzobispo. El  también  estaba allí con un hermoso equipo de monaguillos perfectamente entrenados . El templo estaba a rebosar. Al final de la celebración dijo unas palabra pausadas y  oportunas.

La  gente se apiñaba en el templo

Tenía la buena costumbre de escribir y felicitar a sus muchos amigos y siempre con palabras relacionadas con sucesos concretos.
Por su parroquia pasaron bastantes sacerdotes de diversos países y, a la vez que descansaban, le ayudaban en la pastoral ordinaria,

Sus feligreses decían que "era un buenazo" y los pobres se acercaban a él y encontraban ayuda y una palabra de cariño. Él inventó el desayuno de los domingos a la mañana al que iba todo el que quería.
Nació en 1940 y se ordenó de sacerdote el año 1964.




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