martes, 11 de junio de 2013

“LA MISERICORDIA DE DIOS ES PARA TODOS”

Ya lo dirá Santa Faustina Kowalska (Apóstol de la Divina Misericordia) como palabra transmitida del mismo Jesucristo: “…Cuanto más grande es el pecador, tanto mayor son los derechos que tiene de la Misericordia de Dios.”

Mi nombre es Manuel Salazar, soy un seminarista salvadoreño que a lo largo de mi vida he sido guiado por la Misericordia de Dios, sin apenas darme cuenta. Puede parecer una locura, pero cuando me pidieron escribir este artículo se me vinieron miles de ideas a la cabeza y formas de cómo describir la Misericordia de Dios. Pero, como he aprendido en estos días, a veces es mejor poner en nuestros escritos un poco más de corazón y menos cabeza; al fin de cuentas, la experiencia misma es la que nos lleva verdaderamente por este camino de Misericordia que Dios nos ha preparado y que muchas veces pasamos desapercibidos.

Aspirar a la santidad no es sinónimo de llevar una vida “perfecta”, pues quiérase o no, la realidad del pecado está siempre presente en nuestro día a día; y es la experiencia misma de la debilidad y la fragilidad humana, la que nos hace sentirnos muchas veces derrotados, desesperados e incluso llegar a pensar que no somos merecedores del perdón de Dios. Y comenzamos a tener miedo de nuestra misma debilidad y caemos fácilmente en situaciones incontrolables, pensamientos y actitudes que van desgastando nuestra vida hasta tal punto que no logramos encontrarnos a nosotros mismos, ya que no hemos encontrado plenamente a Dios.

Pero la debilidad, a la que tanto temía, era en sí misma una bendición y un gran don para mí, aunque al principio no me lo parecía. El debilitamiento en mi resistencia hizo que, poco a poco, fuera perdiendo el apoyo en mí mismo; y en consecuencia, en la ilusión de que era capaz de afrontar cualquier prueba de fe por mis propias fuerzas. Gracias a esto, me vi “obligado” de alguna manera a suplicar Misericordia, y por lo tanto a buscar mi apoyo solamente en Dios. Surgiendo así una oportunidad excepcional para que la gracia de Dios penetrara en mi corazón, y poner en movimiento una intervención especial de la Providencia Divina.


Pero todo esto suscitó en mí una pregunta: ¿Cómo podré corresponder a ese abismo de Misericordia que Dios me ofrece?; y comencé a plantearme muchas formas para “tratar” de complacer a Dios; pero sin apenas sentirme satisfecho de lo que hacía. Sin embargo, la misma Santa Faustina me dio la respuesta: “Sólo basta la confianza”. Puesto que: “Toda alma que cree y tiene confianza en la Misericordia de Dios, la obtendrá.”


Este mensaje llegó a mi vocación cuando llevaba apenas tres años recorridos dentro del seminario, y fue entonces cuando empecé a descubrir la acción misericordiosa de Dios en cada detalle de mi vida, y como Él va poniendo a las personas, los lugares y las circunstancias adecuadas para ir escribiendo mi historia; “una historia de amor y de misericordia” donde el protagonista es Dios mismo. Una historia en la que para realizar las grandes obras de Dios en mi vida, no necesito poseer grandes dones, más bien una gran paciencia y disposición para dejarlo a Él desempeñar su trabajo y a mí lo único que me corresponde es poner amor en todo lo que hago, pues el amor es lo único que puede realmente hacernos cambiar. Tratemos, pues, de descubrir la Misericordia de Dios en nuestras vidas, ya que sólo así seremos auténticos portadores para los demás del más grande atributo de Dios: “SU INFINITA MISERICORDIA”.

Termino mi reflexión con las palabras del Papa Francisco durante una de sus primeras homilías, son palabras que resuenan constantemente en mi alma y me ayudan a reconocerme siempre como “un mendigo” de la Misericordia de Dios:
"Y El mensaje de Jesús es éste: la Misericordia. Para mí, lo digo humildemente, es el mensaje más fuerte del Señor: la Misericordia... El Señor jamás se cansa de perdonar: ¡jamás! Somos nosotros quienes nos cansamos de pedirle perdón. Pidamos la gracia de no cansarnos de pedir perdón, porque Él no se cansa jamás de perdonar." (Papa Francisco)


José Manuel Salazar

Seminarista de El Salvador

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