La madre María Antonia , como es sabido por los lectores de
este blog, fue casada y luego empujada por la fuerza de Dios, terminó siendo
religiosa carmelita.
Ella cuenta como fue su noviazgo y su acercamiento al santo
matrimonio. Desde luego, de aquella no
se habían inventado los cursillos prematrimoniales, ni cosa que se le pareciera. Su actitud ante el matrimonio, puede servir de orientación a los
que quieren tomar este estado que, en realidad , es una vocación tan divina como
el mismo sacerdocio.
Iglesia de Cuntis en donde fue bautizada |
Lo primero que hizo,
cuando su madre le empezó a insinuar la posibilidad de un noviazgo, fue
hacer una confesión general con ánimo de saber lo que le convendría para el
servicio de Dios. Esa confesión, según cuenta ella, le dio grandes deseos de
encomendarse a S. José pidiendo luz para determinar lo que le convendría para
mayor bien de su alma. Dice María Antonia que lo que sacó de sus peticiones fue
inclinación al estado de santo matrimonio, aunque no mucho, pero más que a ser
religiosa.
En ese tiempo un sujeto pidió a su madre para casarse con
ella. No pedía dote, pues tenía él bastantes medios. Pero resulta que a ella le
apetecía que fuera pobre por lo que descartó a dicha persona a pesar de la insistencia
de la madre.
Ella misma confiesa que su genio era tan extravagante que no
podía pensar en bienes temporales y que no deseaba vivir con ellos ni con
persona que tuviera muchas riquezas, por parecerle más conforme a Dios ser
pobres que ricos. A ese primer pretendiente por una casualidad, luego, le ayudó a hacer oración mental y terminó
siendo muy santo.
Retablo de la Iglesia de Cuntis |
Surgieron otros pretendientes que también fueron
descartados, pero uno le gustó más pues no tenía bienes y estaba criado
cristianamente y sentía inclinación
hacia él.
Tuvo de todos modos sus dudas, pero se encomendó a S. José
pidiendo le diera luz de si le convenía desposarse con aquel pretendiente, y si
no, que apartase de ella aquella inclinación de tomar estado.
También decidió que la boda sería en la fiesta de S. José y
si no era así no tomaría tal estado. Tenía un particular amor al Santo
Patriarca que “cosas de peso siempre se
las encomendaba”.
De esta forma se preparó para el matrimonio, sacramento grande,
como le llama San Pablo, en el que vivió santamente.
Mi mujer y yo sólo llevamos cuarenta años casados. Y sin pretender ser ejemplo de nada, de una cosa estoy seguro: "Casamiento y mortaja del cielo baja", viejo refrán castellano.
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