domingo, 20 de enero de 2013

María Antonia Pereira Andrade



Una ejemplar esposa.

María Antonia Pereira y Andrade, luego M. Maria Antonia de Jesús, vivió un tiempo de casada antes de seguir el Impulso de Dios de ir a un convento, poniéndose de acuerdo con su marido y con los debidos permisos.

En este lance que voy a relatar pudiera decirse que debiera escoger otros santos matrimonios o matrimonios en proceso de beatificación que vivieran siempre de casados y que seguramente tienen actitudes bien ejemplares. Sin embargo escogí a María Antonia porque tiene una autobiografía en que relata muy detalladamente su mundo interior ante Dios y por tanto da datos que son fiables y no suposiciones que pueden sacarse de las obras.


Convento de Carmelitas fundado por
la M. María Antonia de Jesús
Vengamos al caso. Ella  observa en su vida que no tenía oración de propósito en aquellos sus primeros tiempos de casada siendo aun muy joven, ni sabía qué cosa era la oración y así “he perdido el mejor tiempo de mi vida”. Dice ella que amaba lo bueno  pero así a bulto, sin más definición y especulación que acordarme que había Dios y su santa ley; y por este Señor, sin más discursos, apetecía lo bueno.(cap.XII 1ª parte). Esto tiene que ver con lo que luego voy a contar pues Dios se vale de las circunstancias y tentaciones para iniciarla en la oración personal.

Su marido por afán de dinero para sostener la familia desea marchar, como tantos gallegos lo hicieron, a  lugares más prósperos y pide licencia a su esposa para ir a Cádiz por algún tiempo. Ella se lo concede por darle  gusto y para que no viviese angustiado por el sustento de su familia. No sin antes de ponerle por delante algunos reparos, hacerle ver los inconvenientes  que había y con la condición de que no  se había de detener mucho tiempo fuera de casa.

Ella quedó en casa, enferma, con el chico de 10 meses y una criada. Él le dijo que no fuera a la casa de los suegros porque nueras y suegros nunca se suelen avenir muy bien, y así lo hizo.

Se quedó sola y el demonio empezó a valerse de la ocasión. Un amigo de su marido le visita,  tal vez  con no muy buena intención,  y María Antonia reacciona con fortaleza,  buenas razones y claridad de  que debe marcharse, como así  lo hace, después de excusarse.

Ese mismo amigo vuelve a insistir llamando otra  noche a la puerta y ella,  sin abrir, se dirige a Dios diciendo ¿qué será de mi Señor, si me dejas de tu mano? En esta ocasión voy perdida. Siente su falta de fortaleza y su gran debilidad sin Dios, pero sigue hablando con el Señor. Tiene cerca un crucifijo (es bueno tener un crucifijo en la casa o una imagen de la Virgen), y lo mira en oración hablándole como le salía del corazón y en un momento le pareció que su divina Majestad le habló desde la cruz con  estas palabras: “apártate de la ocasión en que me puedes ofender, y sígueme”.

Aquellas palabras le producen maravillosos efectos. Fueron como muchas luces juntas que le dio el Señor y cada palabra “era como una saeta que traspasaba lo más íntimo de su alma”.
Pasó largo rato en diálogo con el Señor y está pronta para lo que El le diga “No quiero (nada) si no es  tu Santísima voluntad”. Se siente fortalecida y confortada.

Pero ella sabe que aquellas palabras que oyó son para  llevarlas a la práctica e inmediatamente pone los medios para seguir la voz del Señor y pasa a vivir con sus suegros, venciendo su repugnancia, ocasionada por un falso testimonio y por la petición que le había hecho su marido antes de marchar pidiéndole que viviera sola, pero lo hace por ser voluntad de Dios.

Aquellas palabras le dan mucha materia de oración especialmente esta: Sígueme .¿como? ¿A dónde? – pregunta-
Al mismo tiempo le vienen unos grandes deseos de soledad para estar con Dios, para desahogar con El sus ansias y sus penas. Se da cuenta de lo mucho que tiene encerrado el Señor en sus palabras ¡Cuánto le decían! Y  aquí comienza una vida de mucha intimidad con Dios.

Es un trocito de su vida que puede servir de alerta para muchos matrimonios que quieren vivir su vocación santa.





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