jueves, 10 de enero de 2013

Un encuentro fortuito con jóvenes

Pasaba tranquilamente por la calle y, en un paso de peatones, se cruzaban unos chicos de unos 16 años más o menos.
 Uno de ellos  dijo, en voz alta para que lo oyeran los demás, creo que en broma, : me quiero confesar. 

Me  acerqué a él y me paré, mirándole a la cara, y le dije : Cuanto tiempo hace que no te confiesas y le pregunté también si estaba confirmado. Ante sus respuestas negativas, le dije con claridad

- estás desarmado. 

Me preguntó qué era eso de estar desarmado y se lo expliqué. Dios nos da armas para vencer al demonio y a nosotros mismos y esas armas son, entre otras, la confesión y el Espíritu Santo que se nos da de un modo pleno en la Confirmación. Con esas armas podemos salir vencedores en las peleas contra las tentaciones.

Luego me ofrecí a confesarle cuando quisiera y quedó en venir a verme.

 Todo empezó con una broma pero yo saqué la consecuencia de que la presencia del sacerdote por la calle es un interrogante o un recordatorio de nuestras obligaciones y una invitación a mejorar nuestra vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario