viernes, 5 de diciembre de 2014

Las experiencias de G y J.




Son dos ambulantes, como suele llamársele,  que recorren toda España pero no por diversión sino que van de albergue en albergue y a veces se quedan en la calle,  al abrigo de un saliente de una iglesia o de un colegio.
Su vida es una aventura que la llevan con amor,  aunque a veces también llega la tristeza. En una ocasión les llamé por teléfono y mi pregunta fue - ¿en dónde estáis?- y la respuesta: estamos andando por una carretera  de Asturias  y estamos buscando u n árbol para cobijarnos. Era ya de noche y no se podía pedir mucho más.
foto sacada de internet
Estos dos amigos son especiales. No dudo en decir que son unos señores a pesar de su pobreza actual, pero bien llevada. Estos días están por Santiago y no me canso de “tirarles de la lengua”, para que me cuentes sus aventuras.

Por donde pasan dejan amigos. Yo les pregunto cómo hacen y me van diciendo nombres y sitios en donde les han tratado como hermanos. Y J. me dijo: recibes lo que das. Podía ser una sentencia digna del libro de los proverbios.
Me explicaba que si son educados y amables y humildes,  la gente se vuelca con ellos aunque no lo hacen así con esa intención, sino que su afecto es sincero. Pero ya decía San Juan de la Cruz : en donde no hay amor, pon amor y sacarás amor.

Estos días, en Santiago,  durmieron en la calle, pero hubo una persona que les llevó dos sacos de dormir sin estrenar, otro les llevó mantas, y otra señora , todas las mañanas, aun de noche,  les lleva un termo con café caliente y unas pastas. Cuando me lo contaban estaban verdaderamente emocionados y agradecidos por estos detalles.

He percibido que son sicólogos,  quizá por el trato con tanta gente de diversas culturas y lugares. Se dan cuenta si hay afecto sincero o hipocresía,  si hay vanagloria etc.  Se puede decir que leen tu interior y no les puedes engañar.

Si les das algo de trabajo se alegran mucho. Quieren ser útiles.  Suelo darles las hojas parroquiales para llevar por las calles, cambiar algún mueble, barrer el atrio etc. En esos momentos les veo felices. Uno de ellos es un buen pintor y el otro fue carnicero pero ya no encuentra trabajo.


Su fe cristiana es simple: llevan unas medallas al cuello, hacen sus oraciones. Saben perdonar agravios y en el fondo aman a Dios y son amados por Él, justo porque son más necesitados. Al menos,  así hacen las madres.

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