martes, 9 de agosto de 2016

Juan Sendón Maceiras, un sacerdote alegre




Falleció D. Juan  en Santiago en la Casa sacerdotal. Arrastraba una grave enfermedad desde varios años. Recibió los auxilios espirituales de manos del director de la casa D. Ricardo Viqueira.

Parroquial de El Pindo
Nació en Lira el 13-6-1931 y se ordenó de sacerdote el 24-6-56.  Yo lo recuerdo siempre en el Pindo. Vivía al lado de la carretera que va  de Muros  a Finisterre y a un paso de la iglesia. El rumor del mar le llegaba a la casa como para arrullar sus sueños pastorales.

Pasé en varias ocasiones por delante de su casa camino de Finisterre, muchas veces con seminaristas del  seminario internacional Bidasoa que llevaba de excursión, y siempre parábamos a saludarle. Me gustaba que los seminaristas vieran a un cura que era un verdadero amigo y nos trataba con inmenso cariño y además  era alegre.

Últimamente apenas podía hablar y nos decía en voz muy baja que rezáramos a la Virgen por él. Era muy devoto de la Virgen como todo sacerdote. Desde luego que rezábamos por él pues él también lo hacía por nosotros.

Le invité en una ocasión a ir a Roma, era el Jubileo del Clero. Le llamé por teléfono y me contestó que tenía que pensarlo, no le insistí más pero al cabo de 4 años le volví a llamar para ir a Roma a una canonización y le pregunté si ya había pensado  ir a Roma. Se echó a reír y me explicó lo mal que estaba.

Se valía de un vecino para las lecturas de la Misa para no tener que esforzarse y seguía atendiendo las parroquias gracias a ese sistema. Finalmente tuvo que venirse a la Casa Sacerdotal en donde le podían atender mejor,  en el aspecto médico al menos.

Tenía D. Juan un gran corazón y esto le hizo  grande. Quería mucho a los sacerdotes y a la gente  de sus pueblos, que conocía bien y sabía de sus preocupaciones y estoy seguro que sabia incluso el nombre de sus perros.

Le visité  varias ocasiones en la Casa sacerdotal. El último día, hace un mes  o dos, le encontré en la butaca medio dormido, empecé a meterme con él y al conocerme se fue incorporando y me hablaba más por señas y gestos que con palabras, me cogió con cariño de las manos, que no me las soltaba como queriendo alargar la despedida.  Se alegró de verme y yo también  me alegré de haberle arrancado una sonrisa en medio de sus fatigas.

Sus parroquias y la  diócesis perdieron un gran sacerdote, cumplidor y que derramó misericordia en toda persona que encontraba en su camino.

A él se le pueden aplicar las palabras del Papa Francisco.” La fecundidad es muchas veces invisible, no puede ser contabilizada, pero uno sabe  bien que su vida dará frutos, pero  no hay que pretender saber cómo, ni dónde ni cuándo. Tenemos la seguridad de que no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de  amor a Dios…

Que la Virgen nuestra querida madre de los sacerdotes,  lo acoja y le lleve ante la Trinidad Santísima. Descanse en paz.

Víctor M. Sánchez Lado
párroco de S. Cayetano

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