miércoles, 25 de septiembre de 2013

La madera de ébano y la santidad


así son los troncos de ébano
Conocí el ébano en una figuritas de un belén de Mozambique que compré en Madrid y ahora forman parte de la colección de belenes. Allí, en Madrid, me explicó un misionero comboniano como cada figura le llevaba al ebanista,  para hacerla,  al menos un mes.
El ébano es un material muy duro, todo él de color negro, que se deja trabajar pero con mucha paciencia y esfuerzo.



Un catequista,  que siempre está pensando cómo atraer a sus niños y como darle explicaciones, me dijo que con la madera de ébano se podía explicar muy bien el proceso de la santidad.
Nosotros somos el ébano, madera noble,  pero dura. Se nos puede trabajar,  pero con paciencia, sin prisas. Cada día un poco. Los adelantos apenas se notan, pero la constancia lo hace todo.


Primero hay que hablarnos del amor que Dios nos tiene y de la Virgen. Luego vienen los deseos de corresponder a tanto amor, tratando de agradar a Dios en algunas cosas.
 Más adelante se entra en conversación con Él. Se empieza por breves jaculatorias y luego ratos de oración. Se van quitando algunas cosas que estorban con la ayuda de la confesión, y , poco a poco, va saliendo la imagen del santo,  que Dios quiere que seamos.
Ese inicio de santo,  puede resistir y permanecer intacto ante los ataques e insinuaciones del demonio, del mundo que atrae tanto y da poco, y , de la carne que va siempre con nosotros y a veces nos traiciona.

Dicho todo esto a favor del ébano, también  hay que recordar las figuras hechas con barro. Un material más fácil de trabajar pero que es frágil ante cualquier golpe o caída.

Una de esas imágenes que vendían
 en las misiones populares
Yo tengo en casa un S. Antonio, grandecito, hermoso, objeto de la devoción de mi madre. Pero es  de barro,  con buena apariencia  gracias a la pintura. 

Simboliza bien la facilidad que todos tenemos en rompernos por el pecado. Podemos llevar años sin que pase nada, pero en un momento dado, quizá en un descuido, podemos rompernos en mil pedazos.

De hecho el S. Antonio de que os hablo, en una ocasión se le rompió la cabeza por el cuello, separándose del cuerpo, quedó descabezado como San Juan Bautista. Le puse pegamento y ahí sigue. Pero hay que mirarlo con cuidado,  pues puede volver a romperse más veces.

El barro también  tiene una bonita cualidad y es que si se pone en manos de un buen Alfarero, puede ser,  no un montón de barro informe,  sino una obra de arte o un objeto que sirve para un oficio que se le quiera dar. Pongo Alfarero con mayúscula,  pensando en el Espíritu Santo que moldea maravillosamente a las almas dóciles a sus impulsos.

Pienso que los humanos somos una bonita  y misteriosa mezcla de barro y ébano. De los dos materiales tenemos parte y podemos aprender de sus cualidades para edificar nuestra santidad a la que estamos llamados,  encontrando el camino de Dios.

Por un lado hay que tener la humildad y el cuidado de saberse barro frágil, y , por otro, hay que dedicar tiempo para edificar una santidad duradera  - como el ébano - siguiendo las instrucciones del Gran Artista que nos va tallando.

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