IX
Fuera del sagrado recinto- Vida de convento-Asalto y
registro a la casa
refugio-¿Qué te decían en la garita de Jesús?-Jesucristo era socialista
Tan graves se pusieron las cosas, según queda
relatado en otras páginas de esta obrita; en la última quincena de julio del
36, que a las personas consagradas a Dios en el claustro, les fue de todo punto imposible permanecer en él en la zona roja,
so pena de morir a manos de
los perseguidores de la Religión.
El padre Fernando residía en el convento de
Jesús de Madrid, y ya el día 20 tuvo que abandonar la pacífica morada para
refugiarse en casa de una devotísima señora, de antemano buscada, en la calle
de Lagasca, llamada la caritativa señora doña Carmen Casado, insigne
bienhechora de la Orden Capuchina.
En aquella morada de paz, se reunieron con el
padre Fernando, el hermano fray Roberto de Erandio y un aspirante a religioso
capuchino. Desde el momento de su llegada establecieron una vida
verdaderamente conventual, bajo un reglamento acomodado a las circunstancias,
pero sin omitir nada de cuanto se practicaba en el convento, excepción de la
Santa Misa que el siervo de Dios, bien a pesar suyo, no podía celebrar por
carecer de todo para el Santo Sacrificio. A propósito de esto nos refiere fray
Roberto lo siguiente: «Después de muchos rodeos y de no pocas precauciones pude
llegar a la calle Lagasca. Me recibieron con mucha caridad, sobre todo el padre
Fernando; con él estaba Teófilo, un joven postulante. Al otro día de la llegada
ya teníamos hecho el plan de vida. El horario parecido al del convento; más
tiempo de oración mental y lectura espiritual. Las pláticas eran sobre la
bondad de Dios y su misericordia con las almas. Recuerdo y no lo olvidaré
mientras viva, las sublimes comparaciones y ejemplos que ponía. El padre
Fernando edificaba a todos par su buen ejemplo y por su caridad. El Santo
Rosario y el Víacrucis lo hacíamos con la señora y las criadas.
»Varias veces le dijo el padre a la señora de
la casa que no pusiese tan buena comida, que la guerra podía ser larga; pero
la señora, siempre muy optimista, le contestaba que pronto entraría Franco.
»Nosotras creíamos que nadie nos había visto entrar
en la casa. Un día, al venir de la compra una de las criadas, le dice el
portero:
- Mira, tened cuidado porque cerca de aquí
andan los milacianos.
»-Y a nosotros, ¿qué nos importa? La señora y
la criadas. »-Y los tres frailes que tenéis escondidas.
»Cuando la criada nos contó lo que le dijo el
portero nos quedamos muy tristes y pensativos, esperando lo que por fin llegó”.
Se nos ha informado que el día once de agosto,
ya tarde, es decir, a última hora de la tarde, fue el padre Sixto de Pesquera a visitarlos, pero debió de ser el
día anterior, o sea el diez, porque fray Roberto de Erandio no coincide en la relación escrita que desde Venezuela envió y que verbalmente nos ha comunicado en su
reciente venida a España, asegurando que es su relación la verdadera, por estar
él presente. De todos modos el padre Fernando recibió con gran alegría la
visita, pues dijo: «Carísimo, qué alegría de verle.» Dijo entonces el padre
Fernando al visitante: «Pues nos coge usted meditando y precisamente estábamos
pensando en estas cosas: qué grande sería la gracia que Dios nos otorgara si
nos hiciera mártires; y el momento no podía ser más propicio, porque ahora los
tres estamos dispuestos para ello.» Seguidamente los tres me dijeron que si por
acaso surgiera este feliz augurio, que
querían confesarse para estar preparados. Recuerdo que puse algún reparo,
porque era tarde., pero ellos insistieron y los confesé. A las cinco de la
madrugada del día siguiente suena el teléfono de mi casa, y se puso una de las hijas
de la familia de los señores, y luego vino a mi cuarto y me dice: llama su
primo.» Entendí la consigna y me puse al teléfono y oí la voz de una sirvienta
de la casa donde estaba refugiado el padre Fernando, que me decía: «Procure
usted no venir por aquí esta mañana,
porque el enfermo a quien tenía usted que poner la inyección ha muerto.»
Comprendí todo el significado de la tragedia, y no insistí más.»
El hermano fray Roberto de Erandio nos ha
referido al detalle el registro de la casa, la detención de ellos y su
posterior odisea. He aquí sus palabras: «Día 11 de agosto. Por entre las
cortinas pude ver que los milicianos en la casa de enfrente, en la misma calle,
registran y ponen en desorden todas las cosas. Yo se lo comuniqué inmediatamente
al padre Sixto, indicándole del peligro que corríamos y que yo no tenía
documentación. El padre Sixto no estaba casa. El padre Fernando se acostó, y no
sé por qué en la mesilla de noche había algunos frascos. Serían aproximadamente
las dos de la tarde cuando se presentó un grupo de guardias y milicianos. En aquel
momento el padre se encontraba en el cuarto de aseo;
golpearon fuertemente la puerta y salió el padre. Nos mandaron al recibidor. Apoyados
en la pared y con los brazos en alto nos hicieron algunas preguntas. Nos
pidieron el dinero, y les entregamos cincuenta pesetas cada uno; lo que nos dio a cada -religioso
el padre guardián. Nos pidieron más
dinero, y como no teníamos, nos registraron hasta romper el bolsillo.
»Parece que al padre Fernando le conocían o les
informaron que era sacerdote, porque la furia y los insultos eran para él. Se
notaba que los milicianos estaban contentos, aunque aparentaban estar de mal
genio. Al padre le hacían muchas preguntas, y contestaba con serenidad y sin
miedo. Yo creo que el padre pronto se dio cuenta que a él le buscaban para
matarle. A mí me llevaron a una habitación inmediata y poniéndome el revólver
en el pecho, me preguntaban por el Superior y por el dinero; pero como no
sacaban nada, me llevaron otra vez donde el padre.
»-¿Qué te decían a ti en el confesonario?
(garita decían ellos).
»-Yo no puedo decirlo, porque eso es secreto de
confesión.
»-Jesucristo fue socialista y andaba descalzo.
Quítate las alpargatas. El padre se agachaba para quitárselas, y me parece que
le dieron un empujón y le decían: «Eso quisieras tú».
>-Y tú, muchacho, ¿qué hacías con los
frailes?- le preguntaron al postulante.
>-Yo estaba de refitolero.
>-Y ¿qué es eso?
>Y se marchaban. Mientras tanto, otros
milicianos y guardias insultaban a los de la casa y se llevaron la caja de
caudales de la señora”.
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