viernes, 20 de septiembre de 2013

Una conversación con consecuencias


En un tanatorio donde se velaba una persona amiga, me encontré con un padre Pasionista. Mayor. En seguida me entendí con él y me hice amigo. 
  Después de charlar de muchas cosas, le pregunté cuál era el carisma de los pasionistas. Me dijo escuetamente que era la pasión del Señor. Que ahí estaba todo. No me dijo mucho más, pero luego estuve pensando o “barrenando” en esa afirmación.

Pensé que también en mi cruz, está todo, toda mi vida.  La cruz de Jesús es señal de su inmenso amor, del amor del Padre y es una explicación del pecado, de su gravedad. Es también una señal de la importancia del hombre y de la salvación…todo está ahí, en la Cruz de Jesús. También  mi cruz tiene mucho más alcance de lo que a primera vista aparece. Está en ella todo lo que yo soy, lo que valoro...
como en la de Jesús.

Conocía a una mujer mayor a la que ya le dolía todo. Cuando le preguntaba qué tal estaba si tenía mucho dolor, en varias ocasiones me contestó: me duele todo, gracias a Dios. Entonces yo la invitaba a sacar almas del purgatorio o a lograr conversiones. Me decía que  ya procuraba hacerlo y así  también su cruz tenía sentido.


El Papa Francisco habla bastante de la Cruz y afirma que “sin la cruz,  la cosa no va”. No puede pensarse  en la salvación sin la  cruz.
S. Pablo de la Cruz
fundador de los pasionistas

La cruz es como una escalera que une la tierra con el Cielo y es el camino para llegar. El mismo Pablo dice: me alegro de sufrir por vosotros. En el por vosotros,  está la alegría y el sentido de la Cruz.

En aquel mismo tanatorio me contaban,  del difunto amigo, que había tenido mucho dolor aunque le daban calmantes fuertes. Eso le llevaba a una oración: Señor sufro mucho, ayúdame a llevar esta cruz,  que yo no puedo. Es un caso de cruz compartida como el Cireneo y Jesús

Hace años estuve con varios sacerdotes en Fátima (Portugal) y pudimos  hablar con el Sr. Obispo que era en aquel entonces  D. Alberto Cosme do Amaral.  Nos contó una anécdota que tiene que ver con el dolor y la cruz. Iba por la explanada de la Basílica un joven haciendo un recorrido hasta la capeliña, de rodillas y sangrando. Esa es una costumbre que aún sigue hoy en día.  Un sacerdote le vio y le dijo que Dios no pedía tanto. Aquel joven miró al sacerdote y le dijo: para lo que yo merezco,  esto no es nada, y siguió su camino. En este caso la cruz tiene un sentido de reparación que también es necesario.


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