sábado, 21 de septiembre de 2013

Reflexiones desde la bici. Año de la fe



Hace muy poco pasaba en la bici, con un  amigo,  por el camino de Santiago, camino francés. Allí iban otros muchos peregrinos con atuendos de todos los colores y formas. Eran de varias naciones. En el transcurso del camino hablaba con algunos, les preguntaba de donde eran o simplemente les saludaba. Ellos me contestaban y así me enteré que eran de Francia un buen grupo, dos en bici eran de estados Unidos y otros españoles. Con otros no hubo nada de diálogo, los veía y seguía adelante. Es decir con unos tenía encuentro, breve, pero encuentro y con otros simplemente pasaba a su lado.

Cuando alguien confirma
es Cristo quien confirma
Pues así, pensaba mientras le daba a los pedales,   pasa con Dios: puedo  pasar a su lado o puedo encontrarme con Él. Me encuentro,  si le hablo o si Él me habla y yo le escucho. La palabra provoca un encuentro que puede ser de diversa índole e intimidad. Si surge la confianza puede decirse que ya nace una cierta   fe en esa persona.

Con motivo del Año de la Fe están saliendo  magníficos documentos y en general insisten que la fe es un encuentro con Cristo que te  cambia la vida.

Pero ¿cuando ocurre ese encuentro con Cristo, como es?

Pues claramente esos encuentros ocurren en la oración y en los sacramentos. Ahí precisamente.

 En una ocasión cita Jesús a sus discípulos en un monte de Galilea, era la despedida. Pues los que fueron allí le vieron y oyeron y los que fueron a otro sitio o se quedaron en sus casas, nada de nada. Si vas  a ese monte le encuentras,  si no vas no le encuentras.
 Algo parecido pasa con los sacramentos. El Señor nos cita en la oración y en los sacramentos. Si vas ahí y le escuchas o le hablas o miras,  se da el encuentro y se produce ese realidad común entre los dos.

Pelando patatas se puede encontrar a Dios
Pero también te espera Dios  en el trabajo,  en lo pequeño de cada día,  en lo ordinario. Es un encuentro laico, sin estola, en el fondo del corazón desde donde Dios te mira constantemente. 
Por ejemplo si de noche tienes insomnio puedes hacer un acto de fe: creo que estás en mi alma o que estás a la puerta de mi alma y me llamas. Puedes sentir una incomodidad y ofrecerla a Dios como un acto de adoración, un sacrificio.


S. Josemaría Escrivá dice una cosa muy audaz que siempre me llamó la atención: “si no le encuentras en lo corriente de cada día, nunca le encontrarás”.
 Por tanto hay que tratar de encontrarle en lo pequeño de cada día, descubrir ese algo divino que  hay en lo ordinario . Hasta un árbol nos habla,  es palabra de Dios decía Benedicto XVI.
Incluso una patata puede ser ocasión de un encuentro con Dios.



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