viernes, 27 de septiembre de 2013

No me vacíe la maleta


Hay un colaborador de la  parroquia que pone mucho entusiasmo y alegría en las cosas que se le encomiendan. Lleva así bastante tiempo.

Un día le dije que iba a recompensarle por la labor que hacía a favor de la parroquia, pues yo estaba obligado a ser agradecido. Me miró con mucha atención y, como quien lo tenía bien pensado, me dijo: Así me vacía las maletas. Se refería al dicho popular de que para morirse hay que tener las maletas - del alma -preparadas.

Quería llevar las maletas llenas de obras buenas  y, si yo le recompensaba, se las vaciaba, al menos, en parte.

Me pasó algo parecido con otro colaborador que me había ayudado mucho  y quería recompensarlo un poco con algún regalo en la Navidad. Me dio una respuesta parecida: si me paga me desvirtúa lo  que hago. Es decir,  lo que tiene de virtuoso, lo pierdo.

Desde luego la gloria humana no vale la pena, pronto desaparece, y comprendo que mi colaborador y amigo,  no quisiera el regalo, aunque fuese una muestra de agradecimiento.

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