Abrió la sesión el párroco de S. Miguel, D. Jaime López Ramón, quien introdujo el tema de la vida del religioso P. Fernando Olmedo animando a que saliéramos todos de la conferencia con ánimo de ser santos.
Merece destacar que estaban en la conferencia varios sacerdotes y también sobrinos nietos del P. Fernando que al final se reunieron con el P. Valentín y D. Jaime
Luego habló el P. Valentín con una conferencia de la que hago hago un resumen.
P. Valentín |
Comenzó diciendo que entre los capuchinos hay una costumbre de llamarse por los pueblos de origen, p.e. al p. Fernando le llaman a veces, aún ahora, P. Santiago o Compostela por ser de Santiago.
Esto me recordó la misma costumbre, bastante extendida, que tenemos los curas de llamarnos por las parroquias de las que somos párrocos.
Un momento de la conferencia |
Dijo también que Galicia no era terreno capuchino, pero que varios capuchinos famosos predicaron por toda la autonomía. Citó a dos, el beato Diego de Cádiz y el venerable José de Caravantes.
Hubo un tal Juan de Santiago, natural de esta ciudad, que murió en Sevilla en 1672 y que logró, con su predicación y vida santa, muchas conversiones.
Departiendo con el público al final de la conferencia |
Fue aspirante, novicio, estudiante y al mismo tiempo profesor. Llevaba un horario muy exigente. De hecho se levantaba a las 4 de la mañana y pasaba todo el día viviendo para los demás. Se da por entero.
Sus cartas transpiran felicidad. Se preocupa de toda su familia y vive el gozo de haber encontrado a Dios.
Es llamado a Roma para trabajar de secretario enviando cartas a todo el mundo. Fue hombre de confianza para sus superiores.
Vuelve a Madrid a reponerse y sigue con mucho trabajo. Dirige la revista El Mensajero seráfico en donde escribe muchos artículos y notas. Habla de la muerte como de una puerta que se abre hacia el Cielo. Veía venir el martirio, que lo vive intensamente.
Cuando está en una casa particular en previsión de la gran persecución, ya expulsados del convento, hacía mucha más oración que en el propio convento. De ahí le venía toda su fuerza y su paz.
No es un capuchino atípico, no subió a los púlpitos, pero buscó y llevó a Dios. Vive el espíritu franciscano entregándose plenamente.
Muere heroicamente y con mucha paz, en Madrid, fusilado por confesar que era capuchino y sacerdote.
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