lunes, 26 de agosto de 2013

La pequeña Roma.


Después de haber estado un poco más de mes y medio en Almería  al sur de España, en un clima cálido del mediterráneo, me pareció buena idea venir a Compostela. Realmente fue un cambio drástico pues me encontré con una ciudad muy fresca y con mucho verde. Mi nombre es Jorge y al igual que muchos otros seminaristas que han escrito para el blog de don Víctor, párroco de San Cayetano, vivo en el seminario internacional Bidasoa, que se encuentra en Pamplona, pero en este momento me encuentro haciendo pastoral en esta parroquia.

Realmente Santiago de Compostela es un lugar increíble; al caminar por sus callejuelas llenas de historia es una experiencia para recordar toda la vida. No hay que olvidar su catedral y sobre todo, la tumba del apóstol. Sin duda cualquier persona que venga de visita ya sea en algún medio de transporte o haciendo el camino de Santiago tendrá la oportunidad, si dispone el corazón, de tener un encuentro con Dios. La gente del lugar es pacífica y siempre dispuesta a atender a los peregrinos que necesitan orientación para llegar a un albergue.

Los días han pasado y me ha llegado la hora de regresar a mi querido Bidasoa; sin embargo, me marcho muy feliz y sobre todo enriquecido con muchas de las experiencias que pasé con don Víctor en la parroquia, sin olvidar además a los feligreses que, aunque no tuve la oportunidad de compartir con todos, sí conviví junto a algunos. Particularmente, me llamó la atención la experiencia de vida de una feligresa  cuyo nombre es Lucila, tiene una riqueza espiritual impresionante; bien dicen que de la riqueza del corazón habla la boca.

Otra de las experiencias que más recordare es la de los días lunes, cuando por las tardes junto a don Víctor y otros feligreses nos dirigíamos hacia la catedral para atender a los peregrinos después de la misa de la tarde. Allí se realizaba una vigilia que duraba alrededor de 45 minutos y donde los peregrinos podían expresar los motivos por los cuales habían hecho el camino.

 Fue interesante conocer la experiencia de cada uno de ellos. Algunos decían que habían encontrado a Dios en la naturaleza; otros, que habían tenido mucho tiempo para meditar sobre sus vidas, pero lo que me gustaría resaltar es las peticiones de muchos padres, que hacían el camino, por la conversión de sus hijos. Espero que el apóstol Santiago interceda ante nuestro Señor Jesucristo para que se cumplan las intenciones de los peregrinos.


Así es como me despido de esta linda ciudad y de la parroquia de San Cayetano, sin olvidar a su santo párroco don Víctor, muy interesado por entusiasmar a sus feligreses en el amor a Dios y con una caridad grande con los pobres que visitaban la parroquia. Que Dios lo bendiga don Víctor y gracias por todo.


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