Os presento una reflexión, sobre un punto de la reciente encíclica del Papa Francisco, hecha por un colaborador de la parroquia. Hay otros muchos aspectos que hay que explorar, pero este nos puede servir para excitar nuestro apetito de leerla.
La publicación de la Carta
encíclica " Lumen Fidei " se convierte en la primera encíclica del
Papa Francisco. Este documento es de una densidad y finura teológica admirables,
y sobre los temas tratados en él, existen bibliotecas enteras al respecto pero este artículo pretende centrarse en un
aspecto muy concreto que invite a la reflexión y posteriormente a la oración.
El Santo Padre en las primeras líneas de su
encíclica plantea la cuestión de si la
fe cristiana es percibida como una luz ilusoria por nuestras sociedades
actuales, como una traba que impide al
hombre explorar con su razón el futuro de una nueva forma , tal como alegaron
algunos pensadores modernos entre ellos Nietzsche, citado por el mismo Papa. Para estos pensadores la fe cristiana se
oponía al progreso de la ciencia, a la libertad de la investigación y en general
a una sociedad libre. La fe en la ciencia era incompatible con la fe
en Dios, que era oscurantista e infantil.
Nietzsche |
Efectivamente en el siglo XIX el
filósofo alemán Nietzsche anunció pomposamente en una de sus obras que Dios
había muerto. Para él, era necesario que Dios muriera para que viviera el
hombre. Dios era el obstáculo para que
el hombre se desarrollara plenamente.
Y bien, yo me pregunto un poco irónicamente,
después de esa " supuesta " muerte del Dios cristiano, ¿Ha creado el hombre ese idílico mundo donde
todo es perfecto? La verdad es que no. Prueba de ello es la cruenta historia del siglo
XX. A los hechos históricos me remito.
En ese siglo se produjeron dos guerras
mundiales donde se produjeron las mayores atrocidades de la Historia humana: Europa devastada, el
holocausto judío, las bombas atómicas
sobre Hiroshima y Nagasaki, la matanza a sangre fría de miles de oficiales
polacos en las fosas de Katyn. Pero la cadena de atrocidades no terminó
aquí. Después de la segunda guerra
mundial, vino la guerra fría, donde los dos bloques enfrentados se vieron
envueltos en una absurda carrera frenética por aumentar su armamento nuclear, que podía haber terminado en una
hecatombe sin precedentes, exterminando toda forma de vida sobre la superficie
del planeta. A finales del siglo que debía ser paradisiaco, en África millones
de seres humanos morían literalmente de hambre y de otras enfermedades, y se produjo el genocidio en Ruanda donde dos
tribus enfrentadas los hutus y los tutsis se enzarzaron en una horripilante
orgía de sangre y odio.
El siglo XXI también ha comenzado
con fuertes incertidumbres, los atentados terroristas a las Torres gemelas, la
fuerte crisis económica que padecen muchos países de la Unión Europea.
Para los humanismos ateos, la fe
cristiana, acusada de oscurantista e irracional, impedía avanzar
al hombre hacia el futuro ejercitando su razón autónoma ¿ Pero qué futuro
crearon ellos? ¿Acaso las cámaras de gas de Auswitch y los gulags soviéticos en
Siberia se pueden considerar " la tierra prometida" propugnada por Nietzsche y otros "
humanismos" ateos? Y pongo entre comillas humanismos porque más bien
habría que denominarlos bestialismos o mejor dicho ideologías capaces de mutar
al hombre en bestia. Realmente ¿Es eso un futuro mejor? ¿ Eso era el nuevo
edén ? Si era necesario borrar a Cristo para que el hombre viviera, y tuviera
vida en abundancia, el efecto ha sido paradójico porque nunca ha habido tantos
millones de muertos producidos por las guerras
como en el siglo XX. En realidad,
como dice el Santo Padre en su encíclica " Cuando el hombre piensa que,
alejándose de Dios, se encontrará a sí mismo, su existencia fracasa."
Nietzsche por boca de
Zarathustra predicaba el superhombre.
Para él, "el hombre es una cuerda
tendida entre la bestia y el superhombre: una cuerda sobre un abismo.".
Pero el hombre de Nietzche en su afán de
convertirse en superhombre más allá del bien y del mal, termina perdiendo el
equilibrio, cae de la débil cuerda en la que se encuentra suspendido, se
precipita a un abismo tenebroso, arrastrando en muchas ocasiones a naciones y pueblos hacia un pozo sin fondo. La historia
contemporánea es testigo fidedigno de esta cruda realidad.
Los cristianos, no necesitamos este
superhombre que puede convertirse y de hecho se convirtió en super-monstruo
sediento de poder y de codicia en múltiples acontecimientos del siglo pasado. Los
cristianos tenemos en Cristo el modelo a seguir y es más a un
Cristo resucitado con la plena garantía
de que si Él ha resucitado nosotros
resucitaremos con Él. Por eso el Papa Francisco afirma con certeza apoyado en la sagradas escrituras " En cuanto resucitado, Cristo es
testigo fiable, digno de fe (cf Ap 1,5; Heb 2,17) , apoyo sólido para nuestra fe." Sólo en la resurrección, el hombre
encuentra colmadas todos sus anhelos más íntimos de eternidad, sabiduría y
justicia plena.
Por consiguiente el Romano Pontífice
urge a recuperar el carácter luminoso propio de la fe en Cristo, pues " cuando su llama se apaga, todas las
otras luces acaban languideciendo." Realmente es la fe, don sobrenatural
que recibimos de Dios, la única luz potente que es capaz de iluminar toda
nuestra existencia humana.
Ramón Sánchez Castillo
Abogado
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