miércoles, 20 de diciembre de 2017

Pireta, la hormiga del cuento, no tiene dirección espiritual. Sube al altar.




No , no la hicieron santa, simplemente se metió en un ramo de flores alto y dar un salto al altar era fácil. Disfrutaba mucho paseándose por el blanco mantel, blanco como la nieve, que estaba agradable para pasear y allí Pireta estaba haciendo nuevos  descubrimientos.

Llegó un momento en que llegaron los sacerdotes para la Misa. Se acercaron al altar, movieron los libros y colocaron otros objetos necesarios para la celebración. 

 A Pireta por esta vez le entró miedo. Estaba desconcertada por los movimientos y porque se sabía mirada atentamente. Vio que nadie la aplastaba y respiró tranquila, pero el peligro seguía y decidió escapar de aquella autopista. 

La hormiga corría a toda velocidad. De golpe se paraba y volvía al primer sitio. Se   veía que no sabía qué hacer y como librarse del peligro que le acechaba. Había perdido el sentido común que había  aprendido en el hormiguero.

El sacerdote se distrajo mirándola. Era un sacerdote que en varias ocasiones las había puesto a las hormigas como  modelo de laboriosidad y organización. Además pensaba que las hormigas no son pesadas, pesado es el hormigón,  el duro  hormigón  de las casas. La hormiga es delicada y trabajadora.

Total, la hormiga no sabía qué hacer, se limitaba a correr. Pero aquel buen sacerdote recibió una magnífica lección con ocasión de aquellas carreras alocadas. Vio que la hormiga necesitaba alguien que viese todo el panorama y que indicara el camino. No por mucho correr iba a  acertar en la salida. 

La hormiga necesitaba dirección espiritual, pero, aquella, no la tenía. Sus amigas habían desaparecido, estaba sola y ya no podía consultar con nadie.

El sacerdote la miró con cariño y la echó al suelo con cuidado de no dañarla. No  llevó golpe porque fue casi volando y cayó bien, no se rompió nada. Pronto encontró el rastro de las otras hormigas que en eso son muy hábiles,  pues a veces recorren  kilómetros y saben volver.

Cuando llegó a casa respiró tranquila y fue a hablar con mamá hormiga quien le dijo que tener dirección espiritual con otra hormiga sabia,  le vendría  muy bien,  para no pasar esos apuros y saber por dónde andar o cómo reaccionar ante las dificultades,  que siempre hay.

Le encargó que cogiera a las adolescentes  que se volvían locas para ser como ella, que les advirtiera  de lo bueno que es pedir consejo. Le pareció un bonito encargo para la buena marcha de la comunidad hormiguera y allá se  fue corriendo a darles la  buena noticia.

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