lunes, 18 de diciembre de 2017

Pireta, la hormiga del cuento, se escaquea.




Las hormigas aceptaron la decisión de la asamblea y no fueron a la cueva, pero se les ocurrió una buena idea. Se dijeron: Jesús es el Rey y por tanto le gustará que como un  ejército del Rey desfilemos  ante su presencia. Desfilaron  alrededor de la casa (S. José ya había buscado una casa y dejaron la cueva).

Así hicieron, se pusieron en fila y dieron un par de vueltas alrededor de la casa. Alguna  dijo que viera sonreír al Niño, pero nada se sabe de cierto.

Pasados los días, Pireta no se  resignaba y decidió  burlar la estrecha vigilancia y se fue sola para estar  cerca del Niño y verlo con calma, contemplarlo. Le parecía que María  y José lo consentirían,  pues ya los consideraba amigos.

Dicho y hecho, entra en la casa y se acerca a la cuna. El Niño ya había crecido y miraba y sonreía. Con el consentimiento de María, Pireta se puso a los pies del Niño y se pasaba horas con El. Le  hablaba en su lenguaje de hormiga y le cantaba. No lo hacía muy bien pero ella notó que al Niño le gustaba.

También había otros animales que San José acariciaba, el buey y la mula. Hay también quien dice que  no faltaba un perro, fiel compañero del hombre. Pero nada se sabe al respecto.
El buey y la mula representaban al pueblo judío y al pueblo pagano. Ya hay un salmo que dice que el buey conoce a su amo pero mi pueblo  no conoce a su Dios.

La hormiga sentía que representaba a los pequeños, especialmente a los niños. Cuando vemos un grupo de niños pequeños  decimos Parecen hormigas. También representa a las almas  humildes que no tienen grandes méritos pero que Dios las quiere, porque hacen pequeños favores  a los que topan por su camino.

Pireta  miró a Jesús, miró a María y José y se marchó danto saltos. Estaba contenta y los que la veían pensaban que estaba loca de atar. Pero Jesús  la había mirado y con aquella mirada se sabía querida y en el pensamiento de Dios.

Todas las demás hormigas la esperaban. Esta vez con pancartas y esperaban que les contara su última aventura y le gritaban: ¡Viva Pireta!

Como se sabía, al fin,  una hormiga , no le entraba la vanidad y se alegraba de que Jesús fuera conocido y amado por todas.

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